martes, 26 de junio de 2012

2920, Segunda Semilla, Vol. 5

Segunda semilla
Libro quinto de 2920
El último año de la Primera Era

10 de Segunda semilla de 2920
La Ciudad Imperial, Cyrodiil

"Majestad imperial", dijo con una sonrisa el potentado Versidue-Shaie mientras abría la puerta de su cámara. "No nos hemos visto últimamente. Pensé que quizá estabas... ocupado con la adorable Rijja".

"Está tomando los baños en Mir Corrup", dijo con abatimiento el emperador Reman III.

"Pasa, por favor".

"He llegado a un punto en el que tan solo puedo confiar en tres personas: tú, mi hijo el príncipe y Rijja", dijo el emperador enfadado. "Mi consejo está plagado de espías".

"¿Qué te preocupa, majestad imperial?" preguntó el potentado Versidue-Shale con comprensión mientras corría la tupida cortina. Al instante, desaparecieron todos los ruidos externos, tanto los pasos que resonaban en los corredores de mármol como los pájaros que revoloteaban en los jardines primaverales.

"He descubierto que una miembro de la tribu orma de la Ciénaga Negra llamada Catchica, conocida por ser una envenenadora, estaba con el ejército en Caer Suvio cuando el campamento estaba establecido allí y mi hijo fue envenenado, antes de la batalla de Bodrum. Estoy seguro de que habría preferido matarme a mí pero no se le presentó la oportunidad", dijo el emperador con ira. "El consejo opina que necesitamos pruebas claras de su implicación antes de acusarla".

"Así es", dijo el potentado pensativo. "Pero deberíamos averiguar si alguno de ellos formaba parte de la conspiración. Tengo una idea, majestad imperial".

"¿Sí?", dijo Reman con impaciencia. "¿Cuál es?"

"Dile al consejo que no deseas investigar este asunto y mientras yo enviaré a la guardia para que encuentre y sigan a la tal Catchica. Descubriremos con quién se relaciona y podremos hacernos una idea del alcance de esta conspiración para acabar con la vida de su majestad imperial".

"Sí", dijo Reman con gesto de satisfacción. "Es un gran plan. Descubriremos quién está detrás de esto".

"Que así sea, majestad imperial", dijo el potentado con una sonrisa mientras abría la cortina para que el emperador pudiera abandonar la estancia. En el corredor se encontraba el hijo de Versidue. Shaie, Savirien-Chorak. EL chico hizo una reverencia al emperador antes de entrar en la habitación de su padre.

"¿Hay algún problema, padre?", susurró el muchacho de Akavir. "He oído que el emperador ha descubierto el nombre de la envenenadora".

"El gran arte de la elocuencia, hijo mío", dijo Versidue-Shaie a su hijo, "consiste en decirles lo que quieren oír de manera que hagan lo que tú quieres que hagan. Necesito que hagas llegar una carta a Catchica y asegúrate de que entiende que si no sigue las instrucciones al pie de la letra, estará arriesgando su vida más que la nuestra".

13 de Segunda semilla de 2920
Mir Corrup, Cyrodiil

Rijja se sumergió en las calientes y burbujeantes aguas del manantial, sintiendo un cosquilleo por toda su piel como si le estuvieran frotando con millones de piedrecitas. La roca situada sobre su cabeza la protegía de la fina lluvia pero dejaba entrar la luz del sol, dividida en capas al pasar a través de las ramas de los árboles. Era un momento idílico en una vida idílica y, al finalizar, sabía que recuperaría toda su belleza. Lo único que necesitaba era un trago de agua. El baño, aunque era muy aormático, le dejaba un sabor a caliza en la boca.

"¡Agua!", gritó a sus sirvientes. "¡Agua, por favor!"

Una adusta mujer, con los ojos vendados, se acercó a ella para darle el agua que portaba en una piel de cabra. Rijja estuvo a punto de reírse de la mojigatería de la mujer, pues ni siquiera ella misma sentía vergüenza de mostrar su cuerpo desnudo, pero al caerle la venda, descubrió que no tenía ojos. Parecía una de esas mujeres de la tribu orma de las que Rijja había oído hablar, aunque nunca había visto a una de ellas. Nacidas sin ojos, eran virtuosas de sus otros sentidos. El señor de Mir Corrup tiene sirvientes muy exóticos, pensó para sus adentros.

En un momento, olvidó todo lo ocurrido. Solo podía concentrarse en el sol y el agua. Se disponía a beber del agua que le habían traído, pero se percató de que despedía un extraño olor metálico. De repente, se dio cuenta de que no estaba sola.

"Lady Rijja", dijo el capitán de la guardia imperial. "Veo que conoces a Catchica."

"Nunca he oído hablar de ella", tartamudeó Rijja antes de mostrar su indignación. "¿Qué estás haciendo aquí? Este cuerpo no es para tus lascivos ojos".

"Nunca has oído hablar de ella y hace un minuto estabas hablando con ella", dijo el capitán, cogiendo el agua para olerla. "Te ha traído icor, ¿no es cierto? Para envenenar al emperador?.

"Capitán", dijo uno de los guardias, que venía corriendo hacia él. "No podemos encontrar a la argoniana. Es como si hubiera desaparecido en los bosques".

"Sí, eso se les da muy bien", dijo el capitán. "De todas formas, no importa. Ya tenemos su contacto en la corte. Su majestad imperial estará muy satisfecho. Apresadla".

Mientras los guardias sacaban a la mujer del estanque, ella se contorneaba y gritaba: "¡Soy inocente! ¡No sé de qué va todo esto pero yo no tengo nada que ver! ¡El emperador pedirá vuestras cabezas por esto!"

"Supongo que sí", sonrió el capitán. "Si te cree".

21 de Segunda semilla de 2920
Gideon, Ciénaga Negra

La taberna La cerda y el buitre era el tipo de lugar apartado para este tipo de encuentros. En el oscuro lugar, además de él mismo y su compañero, tan solo había un par de viejos lobos de mar, más dormidos que despiertos por el efecto de la bebida. La mugre del suelo no se veía pero se sentía. Los últimos rayos del sol iluminaban las partículas de polvo que invadían el local.

"¿Tienes experiencia en combate pesado?", preguntó Zuuk. "Esta misión tiene una buena recompensa, aunque también correrás muchos riesgos".

"Por supuesto que tengo experiencia", contestó Miramor con altanería. "Estuve en la batalla de Bodrum hace tan solo dos meses. Si tú cumples tu parte y consigues que el emperador atraviese el Paso de Dorsza con la menor escolta posible el día y a la hora que hemos acordado, yo cumpliré la mía. Eso sí, asegúrate de que no vaya de incógnito. No pedo atacar todas las caravanas que atraviesen el paso para ver si llevan al emperador Reman".

Zuuk sonrió y Miramor se observó a sí mismo en la cara reflectante del kothringi. Le gustaba ver lo profesional y seguro de sí mismo que se mostraba.

"Trato hecho", dijo Zuuk. "Y después tendrá el resto de tu oro".

Zuuk puso el gran arcón encima de la mesa y se levantó.

"Espera unos minutos antes de salir", dijo Zuuk. "No quiero que me sigas. Los que me envían desean mantenerse en el anonimato por si te atrapan y torturan".

"Está bien", dijo Miramor y, a continuación, pidió más grog.

Zuuk cabalgó a través de las estrechas y laberínticas calles de Gideon y, tanto él como su caballo, se alegraron de atravesar las puertas del lugar. El camino principal que conducía al castillo Giovesse estaba anegado, como cada año durante la primavera, pero Zuuk conocía un atajo por las montañas. Cabalgando a toda velocidad bajo los árboles cubiertos de musgo y las traicioneras piedras recubiertas de limo, llegó a las puertas del castillo en dos horas. Nada más llegar, se dirigió a la celda de Tavia, en la cima de la torre más alta.

"¿Qué opinas de él?", preguntó la emperatriz.

"Es un pobre ignorante", respondió Zuuk. "Pero es precisamente lo que necesitábamos para esta misión".

30 de Segunda semilla de 2920
Fortaleza Thurzo, Cyrodiil

Rijja gritaba, gritaba y gritaba. Dentro de sus celda, nadie podía oírla aparte de las enormes y grisáceas piedras, recubiertas de musgo pero igual de contundentes. Los guardias que custodiaban las celdas hacían caso omiso de ella, al igual que del resto de prisioneros. El emperador, a muchos kilómetros de allí en la Ciudad Imperial, también había hecho oídos sordos a sus gritos de inocencia.

Gritaba aun sabiendo que quizá nunca nadie volvería a oírla.

31 de Segunda semilla de 2920
Paso del Borde de Kavas, Cyrodiil

Hacía días o incluso semanas que Turala, no había visto un rostro humano, cyrodílico o dunmer. A medida que avanzaba, pensaba para sus adentros lo extraño que resultaba que un lugar tan despoblado como Cyrodiil se hubiera convertido en la Provincia Imperial, sede de un Imperio. Incluso los bosmer de Bosque Valen debían de tener bosques más poblados que este de las tierras centrales.

Hizo memoria. ¿Cuándo había cruzado la frontera de Morrowind para adentrase en Cyrodiil? Hacía mucho más frío entonces que ahora pero no tenía sentido del tiempo. Los guardias habían sido bastante brusos pero, dado que no llevaba armas, decidieron dejarla pasar. Desde entonces, había visto unas cuantas caravanas, incluso había comido con unos aventureros una noche de acampada, pero no encontró a nadie que la pudiera llevar a la ciudad.

Tarala se había quitado el mantón y lo llevaba a rastras. Por un momento, creyó escuchar a alguien detrás de ella y se giró, pero no había nadie. Era un pájaro posado en una rama que emitía un ruido similar a una risotada.

Continuó andando y después se detuvo. Algo estaba ocurriendo. El bebé llevaba tiempo dando patadas dentro de su barriga pero ahora se trataba de algo diferente. Gimiendo, se tambaleó hasta el borde del camino y cayó sobre la hierba. Su bebé estaba de camino.

Se acostó boca arriba y empezó a empujar, pero no podía ver nada con las lágrimas de dolor y frustración. ¿Cómo había llegado a esta situación? Estaba dando a luz en un páramo, solo, a un niño que era hijo del duque de El Duelo. Su gritos de rabia y agonía espantaron a los pájaros que estaban en los árboles.

El pájaro que se había reído de ella voló hasta el camino. En un abrir y cerrar de ojos, el pájaro desapareció y en su lugar vio a un elfo desnudo, no tan moreno como un dunmer ni tan pálido como un altmer. Supo al instante que se trataba de un ayleid, un elfo salvaje. Turala gritó pero el hombre la sujetó. tras varios minutos de forcejeo, ella sintió una liberación y después se desmay´.

Se despertó con el sonido del llanto de un bebé. Estaba limpio y tendido a su lado. Turala cogió a su pequeña y, por primera vez en ese año lloró de alegría.

Susurró a los árboles unas palabras de agradecimiento y comenzó a caminar con le bebé en brazos hacia el oeste.

El año continúa en Mitad de año.

de Carlovac Townway

Cantares del regreso, Vol. 7

El relato de Jorrvaskr

Cuando por fin se había recuperado el legítimo derecho a Saarthal y se había expulsado a los elfos oscuros de vuelta a sus altivas ciudades, el gran Ysgramor se giró y pronunció el temible grito de guerra que aún retumba a lo largo y ancho de los océanos. Los Quinientos que aún sobrevivían se unieron a la ovación de la victoria y al lamento por sus compañeros caídos. Se dice que aquel grito se oyó en las lejanas y escalofriantes costas verdes de Atmora, y que los más ancianos supieron que había llegado la hora de cruzar los mares.

Cuando el eco se desvaneció y se impuso el silencio, todos volvieron la vista a Ysgramor, que portaba la bendecida Wuuthrad para su próximo mandato. Desde lo más profundo de su ser bramó la furia de la humanidad y los conminó a continuar su marcha, para que los infames mer conocieran el terror que había provocado con sus argucias.

"Marchad", rugió. "A las entrañas de esta nueva tierra. Expulsad a los miserables de sus palacios de haraganería. Obligados a trabajar y sufrir, que comprueben que la traición es el pecado capital de nuestra especie. No les deis cuartel. No mostréis piedad. Ya que ellos tampoco lo harían". Nuestro gran antepasado dio esta orden porque aún no había comprendido la profecía de las serpientes gemelas, condenadas a morir antes de presenciar el auténtico destino de su linaje.

Al oír esto, el círculo de capitanes reunió a sus respectivas tripulaciones. A partir de ahora, decretaron, avanzaremos. Que cada barco busque su camino y su destino a cielo abierto. Pasaron la noche con festejos, se volvió a pronunciar el juramento de los Compañeros con cada uno de los Quinientos, para así pronunciar sus nombres en honor a los escudos quebrados en Saarthal, y juraron servir como hermanos y hermanas de escudo a cualquier miembro del linaje atmorano cuando sus destinos se volvieran a juntar.

Cuando el manto rojo del amanecer apareció por el este, los Quinientos Compañeros de Ysgramor iniciaron su viaje, surcando el territorio con olas de piedra y cresta de árboles bajo los cascos de sus pies.

La primera en separarse de la flota de tierra fue la tripulación del Jorrvaskr, formada por los amigos más íntimos de Ysgramor. Su capitán recibía el sobrenombre de Jeek del Río, llamado asó por el mismísimo heraldo por su glorioso pasado. Cuando construyó su reluciente buque buscó la mano de obra de Menro y Manwe, que ahora se dedican a trabajar la madera de su nueva tierra, Tamriel. Entre los más feroces se encuentra Tysnal (El nombrado dos veces) y Terr, su gemelo y hermano de escudo a quien nunca se debe mencionar su cintura. En el grupo había otros... Meksim el Caminante, Brunl (el que luchó sin una mano) y Yust el Sonriente. Estos y muchos otros habían hecho su juramento a Jeek y avanzaron hacia las sombras donde los rayos de sol jamás habían llegado.

Al sur marcharon, a pie y a lomos de bestias. Encontraron elfos y creyeron que no quedaba nadie para contar lo que aquellas batallas significaban. Los miembros del Jorrvaskr nunca titubeaban, pues astutos era en combate y sus mentes tan peligrosas como sus espadas.

En una ocasión cuando el sol azotaba desde su cénit, Jonder el minúsculo, el que iba más adelantado, descendió de la colina para contar lo que había visto. Entre una inmensa llanura, sus ojos habían atisbado la estatua de un pájaro con ojos y pico abierto en llamas. Cuando sus hermanos y hermanas coronaron la montaña, ellos también presenciaron la gloria, pero tuvieron miedo, ya que no se veía asentamiento elfo alguno en el horizonte.

"Pero esto no es apropiado", dijo Kluwe, que pasaba por Loate si ocultaba el rostro. "¿acaso esta tierra no es apta para el cultivo? ¿Por qué los elfos, viles hasta la médula, no quieren domarla y explotarla?" Preguntaron a sus prisioneros elfos, pues tenían varios, por qué no les gustaba esa tierra. Pero los prisioneros que aún conservaban la lengua no pudieron decir nada del valle. Observaron con miedo al coloso alado, y entre balbuceos, los guerreros del Jorrvaskr supieron que era más antiguo que los mismísimos elfos. De aquellos que la esculpieron en su piedra original nada se sabía, pero sí era obvio que dominaban una magia tan antigua como el mismísimo Nirn, y que dejaron la huella de la intención de los dioses de crear un paraíso en Mundus antes del desmembramiento de Lorkhan.

La tripulación del Jorrvaskr, la primera de muchas, paganos y antepasados de todos nosotros, no temía ni a cuentos ni a dioses. De hecho, si había algo que los elfos temían, se lo quedariían para ellos. Y así pues comenzaron las labores, una vez más, de Menro y Manwe, cuyas dispuestas manos trabajaron de nuevo la madera atmorana sobre la que había cruzado los mares, y lo que fue su barco se convirtió en su refugio, ya que este valle se convirtió en su dominio hasta el fin de sus días.

Y así comenzó la construcción de la Gran Ciudad, rodeada por el curso del río Blanco, como manifiestan aquellos súbditos de Ysgramor, mas solo veintidós de los gloriosos Quinientos Compañeros.

Cantares del regreso, Vol. 56

El último relato del Chrion

Los Cantares del regreso son eternos y numerosos para aquellos Quinientos, aquellos Compañeros de Ysgramor que despejaron el camino para el legítimo asentamiento de la humanidad, quemado por llamas no vistas desde tiempos ya muy lejanos. Todos los barcos llevaban una tripulación que fue capaz de realizar gestas tan legendarias que harían sentir orgullosa a cualquier nación durante miles de años. Y durante ese tiempo de expansión, montones de Compañeros vagaron por el territorio proyectando la luz de los dioses verdaderos en tierras paganas de elfos y bestias.

Mas no eran más que mortales, y con el tiempo todos probaron las glorias de Sovngarde.

En uno de los innumerable años que transcurrieron tras la recuperación de Saarthal, la tripulación del Chrion ponía de manifiesto su suerte en los territorios orientales cercanos a la Montaña Roja. Estaban acampados, rodeados por los cuerpos de sanguinarios elfos que habían intentado convencerlos de que acudían en son de paz. Pero el astuto Rhorlak era el capitán del Chrion, y no dio cuartel a los mentirosos sueños, como había ordenado su señor Ysgramor, el heralda de todos nosotros.

Durante esta situación de exceso recibieron la visita de un joven y exhausto mensajero de la tripulación de su hermana, del Kaal Kaaz. El chico, Asgeir, como ahora se canta, había recorrido una distancia inimaginable a velocidad vertiginosa desde los campos teñidos de sangre del Sol Nublado para llevar las noticias que todos debían oír. Cuando llegó a su campamento, sollozó intensamente antes de aliviar su corazón anunciando que el omnipotente Ysgramor había expirado.

Asgeir prosigió con su carrera para informar a las demás tripulaciones lo antes posible, ya que mucho se arrastraban por le territorio arrebatando nuestro patrimonio de su dueños, y el campamento del Chrion estaba sumido en un lamento de desesperación. Entre el fuego se encontraban los hombres y mujeres más fieros y valientes que hayan honrado nunca esta tierra con su presencia, cuyo ánimo decayó ante la perspectiva. Mientras nosotros, en tiempos de luz, conocemos la gloria de Ysgramor por su brillo en la historia, estos Compañeros conocieron su gloria con sus propios ojos, y semejante pérdida se siente en el corazón más de lo que se pueda expresar con palabras.

En efecto, cuanta la historia que Rhorlak, el más curtido y firme de todos los capitanes, se derrumbó de aflicción y jamás volvió a levantar su poderosa hacha. Y por todo Tamriel, a medida que la noticia se extendía como una nube oscura que cubre el horizonte, la luz se apagó en silencioso honor a un general caído y a un líder en tiempos de guerra.

Y así finaliza el periodo del regreso y la gloria primigenia de los Quinientos Compañeros de Ysgramor, heraldo de todos nosotros.

Cantares del regreso, Vol. 2

El primer relato del Darumzu

Nuestro gran señor Ysgramor, el heraldo de todos nosotros, envió a sus dos amados hijos, que junto con él fueron los únicos supervivientes a las atrocidades de Saarthal, en busca de valientes guerreros por todo el territorio para organizar el glorioso regreso.

Se llamaban Yngol e Ylgar, y eran conocidos entre los de Atmora como grandes guerreros, con brillantes ojos y brillante porvenir. Ylgol, el mayor, era un valiente estratega que aplicaba su conocimiento en el campo de batalla de forma que sus enemigos caían destrozados antes incluso de darse cuenta de que la batalla había comenzado. Ylgar, el más joven, tenía un espíritu inquebrantable, que le llevó a alcanzar grandes hazañas en combate. Juntos, cerebro y brazo ejecutor, podían destruir a cualquier enemigo que se interpusiera en su camino.

Antes de separarse para unirse a su tripulación, ambos se agarraron de brazos y cuello según la antigua costumbre y brindaron por las historias que aún acontecerían.

El joven Ylgar se dirigió entonces a los inmensos astilleros de Jylkurfyk, al sur, y se apoderó de dos barcos, uno para él y otro para su hermano. Él comandaría el Darumzu y su hermano el Kalakk, que llevaban los nombre de las dos estrellas más importante del cielo. El ánimo de los fabricantes de barcos estaba enardecido por las historias de elfos salvajes de Ysgramor, y se pusieron manos a la obra para construir una flota digna de su noble tierra natal.

Todo estaba dispuesto. Ylgar partió hacia las academias de soldados honorables, en busca de sus más fieles amigos y consejeros para incorporarlos a la aventura del regreso. A estas alturas, las historia de la nueva tierra del sur le precedían, y solo con aparecer provocaba que los más valientes guerreros abandonaran sus empresas y se unieran a él.

Así, pudo unir a su causa a las magníficas hermanas de escudo, Froa y Grosta, que hablaban y pensaban como un solo ser, acompañadas de la sabia maestra de la guerra Adrimk, que les había enseñado a bailar entre espadas. Ella, a cambio, reunió a todos los alumnos bajo su tutela, con nombre aún desconocidos, pero que un día serían famosos: Hermeskr (El que arrojó su escudo), Urlach (El que escupía fuego), Ramth el Magnífico, Merkyllian Ramth y el clarividente Uche, que vería el primero de muchos amaneceres.

El día del tránsito final, cuando la inmensa floto vería por última vez los lejanos y verdes veranos de Atmora, los hermanos acudieron a la llamada de su padre y se unieron a los Quinientos que con entusiasmo avanzarían hacia Tamriel. Ylgar vio cómo su inteligente hermano sonreía desde la lejanía, entre las olas, y se gritaron uno a otro anhelando el día en que sus tripulaciones se unirían para derrotar a los traicioneros elfos y así reclamar sus legítimos derechos.

Pero los designios de Kyne no deben ser tomados a la ligera, y a pesar de que bendijo a los vientos para llevar a los bravos marinos a su destino, también sus imponentes lágrimas cayeron para condenarlo. Cuando la Tormenta de la Secesión estalló, el joven Ylgar no sintió temor, porque su tripulación era fuerte y capaz, y su nave tirado por el cabo del destino.

Cuando los cielos se despejaron e Ylgar pudo de nuevo atisbar su pasado y su futuro hogar, supo al bajar que el barco de su hermano no estaba a la vista. El Darumzu avanzó tarde sobre la costa e Ylgar acudió a su padre en busca de noticias de su hermano. El gran Ylgramor, heraldo de todos nosotros, lloró por su hijo perdido y buscó consuelo en los brazos de su única alegría. Los tripulantes del Harakk se convirtieron en los primeros muertos de los Quinientos, e Ylgar, enfuerecido por el amorque sentía hacia su hermano, pronto convertiría a su tripulación en los más nobles y honorables integrantes de los Compañeros.

Cantares del regreso, Vol. 19

El segundo relato de Ylgermet

Cuando la batalla final del paso del yermo finalizó, y la nieve al derretirse arrastró la sangre de los elfos de vuelta al mar, las tripulaciones del Kaal Kaaz, el Sador Reyth, y la más exaltada de las tripulaciones de la flota de nuestro señor, la del Ylgermet, al fina separaron sus caminos para no volver a unir sus escudos jamás. Se alejaron así, no con dolor, sino con la alegría de saber que el corazón propio puede viajar en el pecho de otro. Así era el amor que se profesaban entre sí los primeros de los Quinientos, y especialmente hacía el gran Ysgramor, el heraldo de todos nosotros.

Pusieron rumbo al este, en busca del mar, y entonces toparon con el túmulo de Yngol, el poderoso hijo de Ysgramor que cedió a los antojos de Kyne antes que a la traición de los elfos. Nuestro señor no esperaba volver a verlo tan pronto y, al hacerlo, su aflicción regresó de nuevo con fuerza, como una herida que se abre y sangra igual que cuando fue infligida

Sus ojos se volvieron al sur, donde el río se reúne con el mar, y decretó que allí sería donde él y la tripulación del Ylgermet crearían una gran ciudad, un monumento a la gloria de la humanidad, con un palacio desde el que pudiera divisar por encima de las montañas la morada final de su hijo, y sentir que su linaje conocería la paz en ese nuevo hogar, desconocido para Atmora.

Se ordenó trabajar a los prisioneros elfos, a cargar piedra para construir al estilo del conquistador. Muchos elfos murieron en la edificación de la ciudad, a muchos exterminó la tripulación del Ylgermet en su camino hacia ella, e Ysgramor exigía cada vez más y más a los pobres miserables, para construir más alto, para dominar el río de forma que nadie pudiera adentrarse en este tierra sin mostrar antes el debido respeto a su amo y señor.

Así se construyó el gran puente, que franqueaba el río para que ningún elfo pudiera nunca entrar sin ser visto a vengar a sus malévolos primos. El puente era largo, y el palacio alto, con capiteles que llegaban al cielo para demostrar su dominio sobre todos los vientos que habían traído tanta tristeza.

En las profundas cavidades que yacían bajo la ciudad, se preparó una gran tumba para el momento en que Ysgramor, el heraldo de todos nosotros, fuera llamado al glorioso hogar de Sovngarde. Mas, por lo que sabemos, él eligió ser enterrado en la costa, hacia Atmora, para que, aunque su corazón viviera y muriera en esta nueva tierra, pudiera por siempre anhelar la verde belleza de Atmora, antes de que el hielo se la llevara.

Así se fundó Ventalia, la ciudad de los reyes, aunque su historia es larga, y su gloria no acaba con su fundador.

Breve historia del Imperio, Vol. 3

En la primera parte contamos el breve relato de la sucesión de los ocho primeros emperadores de la dinastía Septim, desde Tiber I y Kentyra II. La segunda parte narraba la Guerra del Diamante Rojo y dimos cuanta de los seis emperadores que siguieron, desde Uriel III a Cassynder I. Ese volumen concluía con el ascenso de Uriel IV, hermanastro del emperador, al trono imperial de Tamriel.

Recordemos que Uriel IV no era Septim de nacimientol. Aunque su madre reinó con el título de emperatriz durante mucho años, era una elfa oscura casada con un auténtico Septim, Pelagio III. El padre de Uriel era en realidad el consorte de Katariah I tras la muerte de Pelagio, noble bretón de nombre Gallivere Lariat.

Antes de llegar al trono del Imperio, Cassynder I gobernó en el reino de Quietud, pero su frágil salud lo obligó a abdicar. Cassynder no tuvo descendencia, por lo que adoptó legalmente a su hermanastro y abdicó. A la muerte de su madre, Cassynder heredó el Imperio siete años más tarde. Tres años después, Uriel volvió a heredarlo de la mano de Cassynder.

El reinado de Uriel IV fue largo y estuvo plagado de dificultades. A pesar de haber sido adoptado legalmente por los Septim y de la posición social de los Lariat (parientes lejanos de estos), pocos ancianos del consejo lo aceptaron como descendiente directo de Tiber. El consejo asumió un gran número de responsabilidades durante el largo reinado de Katariah I y el breve mandato de Cassynder I. Por muy fuerte que fuera la voluntad de Uriel IV, les resultaba ajeno, por lo que al monarca le fue imposible hacerse con su fidelidad inquebrantable. A menudo, consejo y emperador estaban en desacuerdo, y era el consejo quien solía alzarse con la victoria. Desde los tiempos de Pelagio II, el consejo de ancianos se había compuesto de los hombres y mujeres más adinerados del Imperio, y su poder era decisivo.

La última victoria del consejo sobre Uriel IV se produjo a título póstumo. Andorak, hijo de Uriel IV, fue desheredado por decisión del consejo, que proclamó emperador a un primo más cercano a la línea sucesoria directa de los Septim. Se trataba de Céforo II, y corría el año 247 de la Tercera Era. Durante los primeros nueve años del reinado de Céforo II, los leales a Andoral se alzaron contra las tropas imperiales. En lo que el sabio Eraintine dio en llamar "el día que el corazón de Tiber Septim dejó de latir", el consejo concedió a Andorak el trono de Timón Despojado en Roca Alta al final de la guerra y desde entonces los descendientes de Andorak gobiernan aquel lugar.

Pero Céforo II tenía enemigos que requerían un mayor esfuerzo que Andorak. En palabras de Eraintine, el Usurpador Camorano, vino "de una pesadilla cimeria" y devastó Bosque Valen con su ejército de daedra y guerreros inmortales, conquistando reino tras reino. Pocos resistieron sus feroces ataques y los sangrientos meses que siguieron aquel año 249 de la Tercera Era terminaron por hacer desistir a los que quedaban. Céforo II envió cada vez más mercenarios a Páramo del Martillo para detener la marcha del Usurpador hacia el norte, pero o bien eran sobornados o bien los pasaban a cuchillo para engrosar su ejército de inmortales.

La historia del Usurpador Camorano se merece su propio libre (recomendamos al lector que consulte "La caída del Usurpador" de Palaux Illthre para conocer más detalles). En resumen, diremos que la destrucción de las fuerzas del Usurpador tuvo poco que ver con los esfuerzos del emperador. El resultado fue una victoria que tuvo repercusiones en toda la zona y aumentó la hostilidad para con el Imperio, al parecer ineficaz.

Uriel V, hijo y sucesor de Céforo II, dirigió la atención sobre el poder latente que yacía en el seno del Imperio. Para desviar la atención de las pugnas internas, Uriel V embarcó a Tamriel en distintas invasiones al poco de acceder al trono en el año 268 de la Tercera Era. Uriel V conquistó Roscrea en el año 271, Cathnoquey en el 276, Vneslea en el 279 y Esroniet en el 284. En el año 288 de la Tercera Era, se embarcó en la que sería su empresa más ambiciosa: la invasión del reino continental de Akavir, que se saldó con un fracaso. Dos años después, Uriel V moriría en Akavir en la batalla de Ionith. No obstante, la reputación de Uriel V es solamente comparable con la de Tiber por ser uno de los dos grandes emperadores guerreros de Tamriel.

La cuarta y última parte de esta crónica narra los avatares de los cuatro últimos emperadores, empezando por el hijo de Uriel V.

de Stronach k'Thojj III (historiador del Imperio)

Breve historia del Imperio, Vol. 2

Contábamos en parte anterior la vida de los primeros ocho emperadores de la dinastía de los Septim, empezando por el glorioso Tiber Septim y terminando por su tataratataratataratatarasobrina Kintyra II. El asesinato de Jintyra mientras estaba presa, probablemente en La Cañada, es para algunos el final de la línea directa de la familia Septim. En todo caso, constituye un punto y aparte.

Uriel III no solamente se proclamó emperador de Tamriel, sino también Uriel Septim III, incorporando tan noble apellido a su título. Su apellido verdadero era Mantiarco, heredado de la familia de su padre. Con él tiempo, Uriel III fue derrocado y sus crímenes vengados, pero la tradición de llamar Septim a los emperadores de Tamriel prosiguió tras su muerte.

Durante seis años, la Guerra del Diamante Rojo (que recibe su nombre de la famosa insignia de la familia Septim) dividió al Imperio. En Iiza estaban los tres hijos que sobrevivieron a Pelagio II: Potema, Céforo y Magnus, además de sus respectivos vástagos. Potema, cómo no, apoyó a su hijo Uriel III y contó con el apoyo de todo Skyrim y la norteña Morrowind. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de Céforo y Magnus, la provincia de Roca Alta cambió de bando. Las provincias de Páramo del Martillo, la isla de Ventalia, Bosque Valen, Elsweyr y CIénaga Negra estaban divididas, pero la mayoría de monarcas se puso del lado de Céforo y Magnus.

En el año 127 de la Tercera Era, Uriel III fue capturado en la batalla de Ichidag, en Páramo del Martillo. Cuando lo llevaban a juicio en la Ciudad Imperial, la muchedumbre se hizo con su carro y lo quemó con él dentro. Su tío, responsable de su captura, prosiguió su camino hasta la Ciudad Imperial y fue coronado Céforo I, emperador de Tamriel, por aclamación popular.

El reinado de Céforo estuvo marcado por la guerra. Era un hombre bueno e inteligente, pero lo Tamriel precisaba era un gran guerrero y, por suerte, también lo era. Le hicieron falta diez años más para lograr doblegar a su hermana Potema, conocida como la "Reina Loba de Soledad", que murió en el sitio de su ciudad estado en el año 137. Céforo moriría tres años después. Durante su reinado no halló la ocasión para contraer matrimonio, por lo que fue su hermano y cuarto hijo de Pelagio II quien ascendió al trono.

El emperador Magnus, que recibió la diadema imperial a una edad muy avanzada, consumió la mayor parte de las energías que le restaban en castigar a los pérfidos reyes que participaron en la Guerra del Diamante Rojo. Las leyendas acusan al hijo de Magnus y heredero Pelagio III de haber matado a su padre, pero es harto improbable pues Pelagio era rey de Soledad tras la desaparición de Potema y apenas visitaba la Ciudad Imperial.

Pelagio III, al que a veces se le llamaba "el Loco", fue proclamado emperador en el año 145 de la Tercera Era. Ya casi desde el inicio de su reinado , sus excentricidades se dejaron sentir en la corte. Fue la vergüenza de los dignatarios, origen de ofensas para los reyes vasallos y suicida frustrado al concluir un magnífico baile imperial. Su sufrida esposa fue nombrada finalmente regente de Tamriel, y Pelagio III pasó por varios hospitales y retiros hasta que falleció en el año 153 de la Tercera Era a la edad de 34 años.

La emperatriz regente de Tamriel fue proclamada con el nombre de Katariah I al morir su marido que el linaje de los Septim no acaba con la muerte de Kintyra II consideran que la ascendencia de esta elfa oscura es un indicio real de su declive. Por su parte, sus defensores afirman que el hijo que tuvo con Pelagio era descendiente de Tiber, por lo que la línea sucesoria continuó inquebrantada. A pesar de las acusaciones racistas, los cuarenta y seis años de reinado de Katariah se cuentan entre los más celebrados en la historia de Tamriel. Descontenta con la Ciudad Imperial, Katariah se dedicó a recorrer el Imperio a lo largo y ancho como ningún otro antecesor había hecho desde los tiempos de Tiber. Curó las heridas causadas por la ruptura de alianzas y la falta de diplomacia del anterior emperador. El pueblo de Tamriel terminó queriendo a su emperatriz mucho más que los nobles. La muerte de Katariah durante una escaramuza de poca monta en la Ciénaga Negra es uno de los temas favoritos de los historiadores con querencia por la conspiración. Se podría catalogar de revelación el descubrimiento hecho por el sabio Montalio, según el cual una rama desheredada de la familia Septim se vio implicada en la confrontación.

Cuando Cassynder ascendió al trono al morir su progenitora ya estaba en la plenitud de su vida. Al ser solo medio elfo, envejeció como un bretón. De hecho, dejó el trono de Quietud en manos de su medio hermano Uriel debido a que su frágil estado de salud. No obstante, al ser el único pariente que tenía vínculos de consanguinidad con Pelagio y, por lo tanto, de Tiber, le obligaron a aceptar el ascenso al trono. A nadie le extrañó que el reinado del emperador Cassynder fuera tan breve. No habían pasado dos años y ya compartía el sueño eterno con sus predecesores.

Uriel Lariat, hermanastro de Cassynder e hijo de Katariah I y su consorte imperial Gallivere Lariat (tras la muerte de Pelagio III), abandonó el reino de Quietud para gobernar como Uriel IV.

Uriel IV era todo un Septim por ley: Cassynder lo adoptó al erigirse monarca de Quietud. No obstante, para el consejo y el pueblo de Tamriel seguía siendo el hijo ilegítimo de Katariah. Uriel carecía del dinamismo de su madre y su largo reinado de cuarenta y tres años fue caldo de cultivo para distintos alzamientos.

La historia de Uriel IV se narra en la tercera parte de la presente crónica.

de Stronach k'Thojj III (historiador del Imperio)

Breve historia del Imperio, Vol. 1

En tiempos anteriores a Tiber Septim, en Tamriel imperaba el caos. El poeta  Tracizis dio en llamar a este periodo de inestabilidad "los días y las noches de sangre y fieras". Los reyes no eran sino un manojo de tiranos avariciosos, dispuestos a evitar por las armas que Tiber pusiera orden. Pero su capacidad de organización era tan escasa como laxa era su moral, por lo que la mano forme de Septim impuso en Tamriel la paz por la fuerza. Corría el año 896 de la Segunda Era. Al año siguiente, el emperador declaró el inicio de una nueva era, que sería la Tercera y que partiría del año 0.

Durante treinta y ocho años, el emperador reinó sin cortapisas. Fue una era marcada por la ley, la piedad y la gloria, en la que todos se beneficiaron de la justicia, desde el siervo hasta el monarca. El día que murió Tiber, comenzó a llover y no paró hasta dos semanas después; parecía como si llorase la tierra de Tamriel.

Accedió entonces al trono el nieto del emperador, Pelagio. Aunque su reinado fuese breve, fue tan fuerte y decidido como su padre, y Tamriel podría haber disfrutado de una segunda Edad de Oro. Por desgracia, un desconocido enemigo de la casa de los Septim pagó a la maldita camarilla de degolladores conocido como la "Hermandad Oscura" para que acabase con la vida del emperador Pelagio I cuando rezaba de rodillas en el templo del Único de La Ciudad Imperial. Su reino no llegó ni a los tres años.

Pelagio no dejó herederos, por lo que la corono imperial pasó a la hija de Agnorith, el hermano de Tiber. Kintyra, que era reina de Silvenar, ascendió al trono con el nombre de Kintyra I. Su reino estuvo bendecido por la prosperidad y las buenas cosechas, y no cesó de promover las artes, la música y la danza.

El hijo de Kintyra fue coronado tras su muerte y fue el primer emperador de Tamriel que recurrió al nombre imperial de Uriel. Uriel I fue el gran legislador de la dinastía Septim y promovió la creación de entidades independientes y gremios. Bajo su mano firme pero generosa, los gremios de guerreros y magos ganaron prominencia a lo largo y ancho de Tamriel. Su hijo y sucesor, Uriel II, reinó dieciocho años, desde la muerte de Uriel I allá por el año 64 de la Tercera Era hasta la subida al trono de Pelagio II en el 82 de la Tercera Era. Por desgracia, el reinado de Uriel II estuvo marcado por las plagas, las epidemias y los motines. El buen carácter heredado de su padre no benefició demasiado a Tamriel y en esta época se hizo poca justicia.

De su progenitor no solo recibió el trono, sino las deudas surgidas de la mala gestión de las arcas y de la justicia. Pelagio destituyó al consejo de ancianos en su totalidad y únicamente les permitió reincorporarse a sus cargos si abonaban unas cuantiosas sumas. También unió a los monarcas vasallos a hacer lo mismo y,. en el ocaso de su reinado, la prosperidad volvió a extenderse por Tamriel. No obstante, hay críticos que dicen saber de consejeros bien sabios, pero poco adinerados, que fueron destituidos sumariamente por Pelagio. Aquí pudieron radicar los problemas a los que tuvo que enfrentarse su hijo Antíoco cuando ascendió al trono imperial.

Antíoco fue, con certeza, uno de los descendientes más extravagantes de la normalmente austera casta de los Septim. Tenía casi tantas amantes como esposas y era conocido por la riqueza de sus atuendos y su buen humor. Por desgracia, su reino estuvo marcado por la guerra civil conflicto aún peor que el que le tocó ver a su abuelo Uriel II. La Guerra de la Isla, que estalló en el 110 de la Tercera Era, doce a los después del ascenso al trono de Antíoco, estuvo a punto de costarle a Tamriel la isla de Estivalia. La alianza de los reyes de Estivalia y Antíoco logró derrotar al rey Orghum del reino isleño de Pyandonea gracias a una tormenta sobrenatural. Cuenta la leyenda que la Orden Psijic de la isla de Arteum desató la tormenta por arte de magia.

La historia de Kintyra II, hija de Antíoco y heredera de su trono, es sin duda uno de los relatos más tristes del Imperio. Su primo hermano Uriel, hijo de la reina Potema de Soledad, acusó a Kintyra de sur hija ilegítima. Para justificarlo, alegó a la infame decadencia de al Ciudad Imperial en los tiempos de reinado de su padre. Dicha acusación no logró impedir su coronación, por lo que Uriel recurrió a los descontentos monarcas de Roca Alta, Skyrim y Morrowind, y dirigió tres ataques contra el Imperio Septim con la ayuda de la reina Potema.

El primero de los ataque tuvo lugar en la región de la bahía de Iliac, que separa a Roca Alta de Páramo del Martillo. Todo el entorno de Kintyra fue ejecutado y la emperatriz fue capturada. Durante dos años, Kintyra II se marchitó en una cárcel imperial, al parecer en La Cañada o Glenmor, antes de morir asesinada en misteriosas circunstancias. El segundo ataque tuvo por objetivo las guarniciones imperiales de las islas de la costa de Morrowind. El conserte de la emperatriz, Kontin Arynx, cayó en la defensa de estas fortificaciones. El tercer y último ataque fue el del sitio de la mismísima Ciudad Imperial, justo después de que el consejo de ancianos decidiera dividir al ejército para atacar el oeste de Roca Alta y el este de Morrowind. El gobierno, debilitado, no pudo hacer frente al decidido ataque de Uriel y capituló a las dos semanas de resistencia. Uriel se proclamó emperador de Tamriel esa misma noche con el nombre de Uriel III. Corría el año 121 de la Tercera Era. De esta forma comenzó la Guerra del Diamante Rojo, que describimos en la segunda parte de esta crónica.

de Stronach k'Thojj III (historiador del Imperio)

Breve historia de Morrowind

[de la Introducción]

Dirigidos por el legendario profeta Veloth, los antepasados de los dunmer, exiliados de las culturas altmer en la actual isla Estivalia, vinieron a la región de Morrowind. En los primeros tiempo, los dunmer fueron hostigados o dominados por piratas nórdicos. Cuando las tribus dunmer dispersas se consolidaron como predecesoras de los clanes modernos de las grandes casas, expulsaron a los opresores nórdicos y resistieron con éxito posteriores incursiones.

La adoración a los antiguos antepasados de las tribus a veces era sustituida por la teocracia del monolítico templo del Tribunal,  y los dunmer crecieron hasta se una gran nación llamada Resdayn. Resdayn fue la última provincia en someterse a Tiber Septim; igual que la Ciénaga Negra, nunca fue invadida con éxito, y se incorporó pacíficamente al Imperio por medio de un tratado como la provincia de Morrowind.

Casi cuatro siglos tras la llegada de las Legiones Imperiales, Morrowind sigue ocupada por ellas, con un rey Imperial decorativo, aunque el Imperio ha reservado casi todas las funciones del gobierno local tradicional a los consejos rectores de las cinco grandes casas...

[sobre el distrito de Páramo de Vvarden]

En el año 414 de la Tercera Era, el territorio de Páramo de Vvarden, anteriormente un coto del Templo bajo protección Imperial, se reorganizó como distrito provincial Imperial. Páramo de Vvarden había sido mantenido como coto administrado por el Templo desde el tratado del armisticio, y salvo por unos cuantos asentamientos de la Gran Casa sancionados por el Templo, Páramo de Vvarden no había estado habitado ni urbanizado previamente. Pero cuando el rey de Morrowind revocó la prohibición del Templo impuesta desde hacía siglos al comercio y la edificación en Páramo de Vvarden, una cascada de colonos Imperiales y dunmer de la gran casa vinieron a Páramo de Vvarden, expandiendo viejos asentamientos y construyendo otros nuevos.

El nuevo distrito quedó dividido en los distritos de Redoran, Hlaalu, Telvanni y el Templo, cada uno de ellos administrado separadamente por consejos locales de la casa o sacerdocios del Templo, todos ellos bajo el consejo y consentimiento del duque Dren y del consejo del distrito de Corazón de Ébano.

La ley  local se convirtió en una mezcla de la ley de la casa y de la ley Imperial en los distritos de la casa, aplicada conjuntamente por guardias de la casa y de la Legión, y la ley del Templo y la ley Imperial aplicadas en el distrito del Templo por los Ordenantes. El Templo aún era reconocido como la religión mayoritaria, pero el culto a los Nueve Divinos era protegido por las Legiones y alentado por las misiones del culto Imperial.

El distrito del Templo incluía la ciudad de Vivec, la fortaleza de Portón del Fantasma y todos los sitios sagrados y profanos (incluyendo las zonas apestadas dentro de la Cerca Fantasmal) y todas las zonas salvajes y sin civilizar de Páramo de Vvarden. En la práctica, este distrito incluía todas las partes de Páramo de Vvarden que no habían reclamado los distritos de Redoran, Hlaalu o Telvanni. El Templo luchó obstinadamente contra toda urbanización de su distrito, y se puede decir que con éxito.

La casa Hlaalu, en combinación con los colonos Imperiales, se embarcó en una vigorosa campaña de asentamiento y urbanización. En las décadas que siguieron a la reorganización, Balmora y las regiones de las islas ascadias han crecido a ritmo continuo. Caldera y Pelagiad son asentamientos completamente nuevos, y todos los fuertes de la Legión se expandieron para  acomodar guarniciones más grandes.

La casa Telvanni, habitualmente conservadora y aislacionista, se ha mostrado sorprendentemente agresiva en la expansión más allá de sus aldeas tradicionales de torres. Ignorando las protestas de la otras casas, del templo, del duque y del consejo del distrito, los pioneros Telvanni han estado invadiendo las tierras salvajes reservadas al Templo. El consejo Telvanni oficialmente desautoriza estos asentamientos Telvanni fuera de control, pero es un secreto a voces que en realidad cuentan con el apoyo y respaldo de ambiciosos señores-magos Telvanni.

Bajo la presión del Templo, la conservadora casa Redoran se ha resistido tenazmente a la expansión en su distrito. Como resultado, la casa Redoran y el Templo corren peligro de ser marginados política y económicamente por los intereses más agresivos y expansionistas de Hlaalu y Telvanni.

La administración Imperial se enfrenta a muchos desafíos en el distrito de Páramo de Vvarden, pero el más serio son las rivalidades de las grandes casas, la animosidad de los nómadas cenicios, los conflictos internos dentro del Templo mismo, y la peste de la Montaña Roja. Las luchas entre los intereses de las grandes casas, del Templo y del Imperio por controlar los recursos de Páramo de Vvarden podrían estallar en cualquier momento en forma de guerra a gran escala. Los cenicios asaltan asentamientos, saquean caravanas y matan a los forasteros en sus tierra salvajes. El Templo ha intentado sin éxito silenciar las críticas y llama a una reforma dentro de sus filas.

Pero mucho más serias resultan las plagas y los portadores de enfermedades que salen en masa de la Vvarden y todo Morrowind han estado amenazadas desde hace mucho por los legendarios males de Dagoth Ur y sus vampiros de ceniza que viven bajo la montaña Roja. Desde hace siglos, el Templo ha contenido esta amenaza dentro de la Cerca Fantasmal. Pero recientemente los recursos y la voluntad del Templo han flaqueado, y la amenaza de la Montaña Roja ha crecido en escala e intensidad. Si la Cerca Fantasmal fallase y hordas de monstruos se desperdigasen por los pueblos y aldeas de Páramo de Vvarden, el Imperio no tendría más remedio que evacuar el distrito de Páramo de Vvarden y abandonarlo a merced de la enfermedad y la corrupción.

de Jeanette Sitte

Biografía de Uriel Septim VII

De 368 a 389 de la Tercera Era: estratega y conciliador.

Las primeras décadas del reinado del emperador Uriel se caracterizaron por la expansión y consolidación del Imperio, especialmente en el este, en las zonas de Morrowind y Cuénaga Negra, donde su poder estaba limitado, su cultura era débil, y las tradiciones y costumbres de los nativos estaban muy enraizadas, por lo que sus habitantes se negaban a ser asimilados. Durante este periodo, Uriel encontró un firme apoyo en su consejero Jagar Tharn, mago guerrero imperial que, además de poderes arcanos, le proporcionaba muy buenos consejos.

Su matrimonio con la princesa Caula Voria no fue tan idílico. Querida y admirada por su pueblo, la emperatriz deslumbraba por su belleza, pero, en el fondo, no era más que una mujer arrogante y ambiciosa. Se sirvió de su feminidad para atrapar a Uriel, que pronto comprendió su error y empezó a detestarla. Se odiaban con saña y buscaban la forma de herirse mutuamente, aunque las verdaderas víctimas de la infeliz pareja fueron sus hijos.

Uriel tenía una mente inquieta y grandes ambiciones, por lo que enseguida superó a su maestro en las artes de la diplomacia y la intimidación, como demuestra el éxito que obtuvo cuando cooperó con la Casa de Hlaalu para introducir la cultura imperial y el desarrollo económico en Morrowind. Sin embargo, también era orgulloso y excesivamente confiado. Ocultándose bajo una inofensiva apariencia de mentor que se había visto superado por su discípulo, Jagar Tharn henchía la vanidad de Uriel para ganarse su confianza. Después lo traicionó y lo aprisionó en Oblivion mientras que, en secreto, usurpaba el trono imperial.

De 389 a 399 de la Tercera era: traición y prisión

Poco se sabe de la experiencia que vivió Uriel mientras estuvo atrapado en Oblivion. Según dice, lo único que recuerda son interminables recorridos a pie salpicados de pesadillas. Cree que estaba sumido en un sueño sin noción alguno del paso del tiempo. Afirmó públicamente no guardar recuerdo alguno de los sueños y pesadillas que tuvo durante su confinamiento. Aunque en posteriores testimonios, piedra angular de esta biografía, el emperador ha descrito algunas de sus pesadillas más frecuentes que, según sus propias palabras, son muy similares a las que había sufrido en Oblivion. No es que se niegue a hablar del tema, más bien es incapaz de describir lo que le ocurrió.

De lo que no cabe duda es de que esta vivencia le cambió profundamente. En el año 389 de la Tercera Era, Uriel se caracterizaba por su juventud, orgullo, energía y ambición. Cuando lo rescataron volvió envejecido. Al recuperar el trono durante la Restauración, se tornó un hombre serio, paciente y precavido. A diferencia de la línea que siguió en su juventud, atrevida e incluso impulsiva en ocasiones, su nueva política reflejaba su pesimismo y actitud conservadora. Uriel justificó este cambio como una reacción y rechazo a las recomendaciones y enseñanzas de Jagar Tharn. Se exilio le desgastó tanto física como mentalmente, aunque siguió conservando su astucia y adaptabilidad.

La excelente trilogía de Stern Gamboge, Biografía de Barenziah, recoge con todo detalle la crónica de cómo Tharn suplantó la identidad del emperador mágicamente, de cómo la reina Barenziah desenmascaró al impostor y del papel que jugaron el rey Eadwyre, Ria Silmane y su adalid en la reconstrucción del Báculo del caos, la derrota del renegado mago imperial y la restitución de Uriel en el trono. con objeto de no prolongar la lectura demasiado, se resumirá brevemente lo acontecido. La mala administración y la negligencia de Jagar Tharn en los asuntos del reino provocaron un declive económico, lo que propició que varios reyes y nobles insignificantes desafiaran la autoridad del imperio, y que algunos gobernantes locales tanto en el este como en el oeste se levantaran disputándose la tierra y los derechos soberanos.

De 399 a 415 de la tercera Era: Restauración, Milagro de la paz y Páramo de Vvarden

Durante la Restauración, Uriel Septim reemplazo sus anteriores tácticas militares y diplomáticas por la manipulación encubierta, para lo que se sirvió de las diferentes secciones de los Cuchillas. Los métodos empleados y los objetivos perseguidos por el emperador durante este periodo no podrán aclararse hasta que no se divulgue el contenido de sus diarios, algo que no ocurrirá hasta su muerte, y cuando ya no sea necesario mantener oculta la identidad de los agentes de los Cuchillas.

Cabrían destacar dos acontecimientos que evidencian la eficacia de las sutiles maniobras de Uriel: en primer lugar, el milagro de la paz, conocido popularmente como la Deformación del oeste, proceso por el que la miríada de reinos perennemente enfrentados de la bahía de Iliiac pasaban a convertirse en las regiones de Páramo del Martillo, Centinela, Quietud y Rsinium; en segundo lugar, la colonización de Páramo de Vvarden, llevada a cabo gracias a las hábiles maquinaciones del rey Helseth de Morrowind y Barenziah, la reina madre, quien consiguió acercar la cultura imperial de Morrowind.

De 415 a 430 de la Tercera Era: la Paz dorada, corte del rey Helseth y los Nueve Divinos del este

Tras el Milagro de la paz descrito en profundidas en el ensayo de Per Vetersen, Salto de la Daga: historia contemporánea), el Imperio conoció un periodo de paz y prosperidad similar al de los primeros años del reinado de Uriel. una vez incorporadas las provincias del oeste y las tierras centrales, Uriel volcó toda su atención en el este en Morrowind.

Utilizó a su favor los conflictos internos derivados de la rígida religión del Tribunal de Morrowind y el arcaico sistema de gobierno impuesto por la Gran Casa. También aprovechó la amenaza que suponían para las numerosas colonias de Páramo de Vvarden las corruptas divinidades del tribunal. Se valió de los misteriosos agentes de los Cuchillas y de la corte del rey Helseth en El Duelo para traspasar el poder político de la Gran Casa de Morrowind a los órganos consultivos de Helseth. Asimismo, aprovechó la caída de la ortodoxia del Tribunal para instaurar el culto a los Nuevo Devinos y convertirlo en la religión oficial en los distritos de Hlaalu y Páramo de Vvarden.

Hasphat Anabolis explica con sumo detalle el establecimiento del culto a los Nueve Divinos en su obra de cuatro volúmenes "Vida y periodo histórico de los nerevarinos", aunque no acierta a resolver el principal enigma que encierra esta etapa: ¿qué sabía Uriel de las profecías de los nerevarinos y cómo llegó a desentrañarlas? La solución a este misterio, y a otros muchos, se encuentra en la documentación privada del emperador, que se conocerá tras su muerte o cuando se acabe con el secretismo de los agentes de los Cuchillas.

de Rufus Hayn

Biografía de Barenziah, Vol. 3

En el segundo volumen dimos cuenta del cálido recibimiento que el emperador Tiber Septim dispensó a Barenziah a su llegada a la recién construida Ciudad Imperial. Durante el año y medio que vivió allí la muchacha, recibió el mismo trato que si de una hija perdida y recuperada se tratara. Tras unos felices meses durante los que aprendió sus deberes como reina vasalla del Imperio, el general imperial Symmaco la escoltó hasta El Duelo, donde se erigió como reina de su pueblo con sus sabios consejos. Poco a poco se enamoraron y contrajeron matrimonio en una espléndida ceremonia oficiada por el mismísimo emperador.

Transcurridos cientos de años de matrimonio, la pareja real tuvo un hijo, Helseth, entre celebraciones y alegres oraciones. Aunque en ese momento no se sabía, el Báculo del caos había desaparecido poco antes de su escondite en las profundidades de las minas de El Duelo a manos de un inteligente y misterioso bardo al que solamente se le conocía por el nombre de Ruiseñor.

A los ocho años del nacimiento de Helseth, Barenziah tuvo una hija a la que pusieron el nombre de su abuela paterna: Morgiah. La pareja real no podía ser más dichosa. Por desgracia, las relaciones con el Imperio se deterioraron al poco tiempo y surgieron motines en El Duelo. Tras infructuosas pesquisas e intentos de reconciliación, Barenziah viajó con sus hijos a la Ciudad Imperial en un último intento por hablar con el emperador Uriel Septim VII. Symmaco permaneció en El Duelo para hacer frente al descontento de los campesinos y el desencanto de los nobles, y así evitar en la medida de lo posible un levantamiento inminente.

En audiencia con el emperador, Barenziah hizo uso de su magia y averiguó, entre horrorizada y pasmada, que tenía ante sí a un impostor, nada más y nada menos que el bardo Ruiseñor, ladrón del Báculo del caos. Barenziah se controló todo lo que pudo y disimuló saber la verdad ante el impostor. Esa misma noche llegaron ecos de la derrota de Symmaco ante los campesinos de El Duelo, levantados en armas: el reino estaba en poder de los insurgentes. Llegado este punto, Barenziah no sabía a quién recurrir ni dónde buscar ayuda.

Parecía que los dioses, en una noche tan aciaga, hubiesen decidido compensarla por su pérdida. El rey Eadwyre de Roca Alta, viejo amigo de Uriel Septim y Symmaco, andaba por allí haciendo una visita de cortesía. La consoló, le demostró que podía confiar en él y confirmó sus sospechas de que quien se hacía pasar por el emperador no era otro que Jagar Tharn, el mago guerrero imperial y uno de las numerosas apariencias del bardo Ruiseñor. Al parecer, Tharn se apartó del mundo y nombró sustituta a su ayudante Ria Silmane. Silmane fue ajusticiada en extrañas circunstancias (hay quien dice que algo tramaba, por lo que la ejecutaron sumariamente). No obstante, su espíritu se le apareció en un sueño a Eadwyre y le reveló que Tharn tenía preso al verdadero emperador en una dimensión aparte, adonde se lo llevó raptado. Tharn echó mano del Báculo del caos para matarla antes de que avisase al consejo de ancianos de su nefanda confabulación.

Juntos, Eadwyre y Barenziah acordaron cómo hacerse con la confianza del falso emperador. Entre tanto, otro amigo de Ria conocido tan solo como "el Campeón" y que aparentemente tenía un increíble potencial por descubrir, estaba preso en las mazmorras imperiales. Sin embargo, Ria le leía los sueños y le pidió que aguardase hasta que trazara un plan para que pudiera escapar. Llegado el momento, se podría emplear a fondo a fin de desenmascarar al impostor.

Barenziah continuó engatusando al falso emperador y terminó haciéndose su amiga. Consiguiendo encontrar la manera de leer su diario secreto y fue asó como se enteró de que el impostor había roto el Báculo del caos en ocho pedazos que ahora yacían ocultos y dispersos por los confines de todo Tamriel. También logró hacerse con la llave de la celda del amigo de Ria y sobornó a un guardia para que la dejase allí como por casualidad. Su Campeón, cuyo nombre incluso Barenziah y Eadwyre desconocían, se escapó por una puerta corrediza que Ria había abierto en un oscuro rincón de las mazmorras gracias a sus ya depurados poderes. El Campeón estaba libre finalmente y enseguida se puso manos a la obra.

Barenziah tardó unos cuantos meses más en averiguar dónde se escondían los ocho fragmentos del Báculo, pero lo logró gracias a conversaciones ajenas que consiguió escuchar, así como unas cuantas consultas al diario de Tharn. en cuanto se hizo con tan importante información, que comunicó de inmediato a Ria, y esta a su vez al Campeón, Barenziah y Eadwyre actuaron de inmediato. Huyeron a Quetud, reino ancestral de la provincia de Roca Alta, donde lograron imponerse a los secuaces de Tharn, que de vez en cuando intentaban llevarlos a la Ciudad Imperial o vengarse sin más. Tharn podía ser muchas cosas, pero nadie le tomaba el pelo (excepto Barenziah, quezás) y dedicó todo su empeño en perseguir al Campeón para acabar con él.

Como ya sabemos, el valiente, incansable y siempre desconocido Campeón logró juntar las ocho piezas del Báculo del caos. Con este, destruyó a Tharn y rescató al emperador verdadero, Uriel Septim VII. Después de lo que se dio en llamar "la Restauración", la Ciudad Imperial fue testigo de las magnas exequias en honor de Symmaco, tan merecidas por sus largos años de servicio a la dinastía Septim.

La amistad entre Barenziah y el buen rey Eadwyre surgió durante sus peripecias y tribulaciones y, al poco de huir de la Ciudad Imperial, decidieron desposarse ese mismo año. los hijos de su anterior matrimonio con Symmaco permanecieron con ella y nombraron a un regente para que gobernase El Duelo en su ausencia.

Hasta el día de hoy, la reina Barenziah ha permanecido en Quietud con el príncipe Helseth y la princesa Morgiah. Cuando fallezca Eadwyre, piensa volver a El Duelo. Eadwyre contrajo matrimonio a una edad muy avanzada, por lo que Barenziah sabía que desgraciadamente tal día no quedaba lejos según los cálculos de los elfos. Hasta que eso suceda, comparte el trono de Quietud con su esposo y parece contenta con la paz y anonimato alcanzados.

de Stern Gamboge (Escriba imperial)

Biografía de Barenziah, Vol. 2

En el primer volumen contamos cómo Barenziah, heredera al trono de El Duelo perdió tal condición al rebelarse su padre contra su excelencia Tiber Septim I, lo que trajo la desgracia a Morrowind. Gracias en buena medida a la benevolencia del emperador, Barenziah no corrió la trágica suerte de sus padres, sino que se crió con el conde Sven de Llanura Oscura, leal valido del Imperio. Hermosa y devota, la niña creció confiada con los cuidados de su tutor. Dicha confianza, sin embargo, fue motivo de los engaños y maquinaciones de un pérfido mozo de cuadra de la hacienda del conde Sven que convenció a Barenziah para que huyesen con él de Llanura Oscura a los dieciséis años. Tras numerosas peripecias por el camino, se asentaron en Riften, ciudad skyrimiana cercana a la frontera con Morrowind.

Por su parte, el mozo Straw no era tan pérfido: amaba a Barenziah, aunque de forma egoísta, y pensaba que la única manera de hacerla suya era embaucándola. Ella, claro está, solo sentía amistad hacia él, pero Straw atesoraba la esperanza de que Barenziah cambiara de parecer con el tiempo. Quería comprar una pequeña granja y asentarse allí con ella para llevar una vida matrimonial tranquila, pero por aquella época lo que ganaba apenas les daba para comer y encontrar un cobijo decente.

Poco después de llegar a Riften, Straw dio con Therris, un audaz ladrón khajiita de mal corazón que les propuso saquear la morada del comandante imperial en el centro de la ciudad. Therris dijo contar con un cliente traidor al Imperio dispuesto a remunerar cuantiosamente cualquier información que pudieran obtener allí. Barenziah los oyó hablar sin querer y quedó espantada. Huyó de sus aposentos y recorrió desesperada las calles de Riften, con el corazón dividido entre la lealtad al Imperio y el amor a sus amigos.

Finalmente, primó la lealtad al Imperio sobre la amistad y se personó en la casa del comandante sin ocultar su identidad para avisar del plan que maquinaban sus amigos. El comandante escuchó sus cuitas, alabó su valor y la reconfortó diciéndole que no l pasaría nada. Se trataba del general Symmaco, que acababa de volver a Riften tras rastrear los campos en busca de Barenziah. La tomó bajo su tutela y le dijo que no la iba a vender, sino que nada más cumplir los dieciocho ascendería al trono de El Duelo. Hasta tal día, tendría que vivir con la familia Septim en la nueva Ciudad Imperial, donde aprendería el arte de gobernar y sería presentada a la corte imperial.

En la Ciudad Imperial, Barenziah trabó amistad con el emperador Tiber Septim durante los años intermedios de su reinado. Los descendientes de Tiber, especialmente el mayor, Pelagio, le cogieron un cariño propio de hermanos. Los romances de la época nos hablan de su belleza, castidad, ingenio y sabiduría. Al cumplir los dieciocho años, toda la Ciudad Imperial se echó a la calle para despedirla en procesión antes de que volviese a su tierra natal. Por triste que fuera la ocasión, todos sabían que estaba lista para la gloria que le aguardaba como soberana del reino de El Duelo.

de Stern Gamboge (Escriba imperial)

Biografía de Barenziah, Vol. 1

A finales de la Segunda Era vino al mundo Barenziah, hija de los monarcas del reino de El Duelo, en lo que hoy día es la Provincia Imperial de Morrowind. Hasta los cinco años creció rodeada de todo el lujo y los cuidados propios de una heredera al trono de los elfos oscuros. Llegada dicha edad, su excelencia Tiber Septim I, primer emperador de Tamriel, pidió a los decantes gobernantes de Morrowind que obedeciesen sus designios e iniciasen las reformas imperiales. Los elfos oscuros tuvieron la osadía de resistirse y recurrieron a su afamada magia hasta que las gestas de Tiber Septim llegaron a la frontera. Azuzados por las prisas, los dunmer firmaron un armisticio tras varias batallas, entre ellas la que redujo a escombros El Duelo (la actual Almalexia).

La pequeña princesa Barenziah y su niñera fueron halladas entre estos escombros. El general imperial Symmaco, elfo oscuro, insinuó a Tiber Septim que la niña podría serles de utilidad, por lo que le asignaron un tutor real recientemente retirado del ejército imperial.

Sven Advensen acabada de recibir el título de conde al jubilarse; sus predios eran una pequeña villa llamada Llanura Oscura que se encontraba en el centro de Skyrim. El conde Sven y su esposa criaron a la princesa como si de su propia hija se tratase y procuraron educarla como corresponde a su linaje, con especial cuidado de inculcarle las virtudes imperiales: obediencia, discreción, lealtad y piedad. Dicho en pocas palabras, su formación debía hacer de ella toda una mandataria de Morrowind.

Con el tiempo, Barenziah fue adquiriendo belleza, gracia e inteligencia. De carácter dulce, era la alegría de sus padres adoptivos y los cinco hijos menores de estos, que la querían como a una hermana mayor. Aparte de su grácil aspecto, se distinguía del resto de muchachas de su clase por su gran identificación con la naturaleza y su tendencia a abandonar sus quehaceres en el hogar para pasear por bosques y campos.

Barenziah estuvo feliz y contenta hasta los dieciséis años, cuando un perverso mozo de cuadra huérfano, con quien había trabado amistad por pena, le contó que había oído una conspiración entre su tutor, él conde Sven , y un visitante de la Guardia Roa para venderla como concubina en Rihad, ya que ningún nórdico ni bretón querrá casarse con ella por su piel negra, y ningún elfo oscuro la quería debido a su educación extranjera.

"¿Qué debo hace?", se preguntaba la muchacha entre llantos y temblores, pues era tan inocente y confiada que jamás se le ocurrió que su amigo, el mozo de cuadras, pudiera mentirle.

El malvado muchacho, de nombre Straw, le dijo que debía huir si en algo estimaba su virtud, pero que la acompañaría para protegerla. Henchida de pena, Barenziah acpetó el plan y esa misma noche se disfrazó de mozo para escaparse con Straw hasta la vecina villa de Carrera Blanco. Tras unos días en dicha localidad, consiguieron trabajar de guardias en una caravana de mercaderes. La caravana se dirigía hacia el este por camino secundarios para evitar las aduanas establecidas por ley a lo largo de las rutas del Imperio. De esta manera, la pareja eludió a quienes los seguían hasta llegar a la ciudad de Rifton, donde interrumpieron momentáneamente su periplo. Allí se sintieron seguros, pues ya estaban cerca de la frontera de Morrowind y había muchos elfos oscuros en la zona.

de Stern Gamboge (Escriba imperial)

jueves, 21 de junio de 2012

Bestiario de Herbane: Espectros del hielo

17 de última semilla

El frío del invierno descendió sobre mí mientras viajaba por el lejano norte, a través de llanuras y montañas congeladas, por lo que me refugié en la posada de Lucero del Alba para encontrar un momento de descanso y una comida caliente. Otro viajero me aconsejó que tuviera cuidado, ya que hay criaturas que se posan en el polvo blanco de la nieve sin que los descuidados se percaten, hasta que es demasiado tarde. Continuó hablando, con exagerados gestos y relatos fantásticos sobre expediciones comerciales asesinadas en su totalidad por las bestias. Sus historias aterraban a los demás clientes de la posada, pero yo no iba a dejarme alterar por la historia de un cobarde. Las vería con mis propios ojos, ya que esas gélidas cuevas y esos picos coronados de nieve al norte son exactamente la clase de lugares que llaman a un aventurero como yo. No me llevó demasiado tiempo encontrar lo que buscaba.

Estos espectros del hielo son criaturas mágicas luminosas y serpentinas, como si fueran conjuradas de la tundra helada y de los glaciares de la mismísima Skyrim. Camufladas con el entorno, que las hace casi invisibles estas apariciones etéreas suponen la muerte para muchos nórdicos, si no por su repentino y tremendo ataque que lanza todo su cuerpo hacia su objetivo, entonces a causa de la afección del Atontamiento, una maldición en forma de infección que oscurece el intelecto y hace que el objetivo resulte más aún una víctima.

A pesar de resultar muy mortíferos, los espectros del hielo son ingenuos en su determinación, y el combate es un asunto directo, por lo que bastan la fuerza bruta y una espada afilada para derribar a estas salvajes criaturas. Solo los hombres más fuertes esperarían sobrevivir a una sola de estas bestias, pero yo he dado muerte a dos de ellas con bastante facilidad.

Es alga bueno el descubrir que puedo ganar una buena suma de dinero vendiendo los dientes de los espectros del hielo, ya que son un ingrediente codiciado en las pociones alquímicas. Eso me seguirá dando la oportunidad de explotar estas tierras en busca de un desafío digno de una historia, ya que aún tengo que ver aquello que me haría temblar.

Azura y la caja

Antiguos relatos de los dwemer

Novena parte


Nchylbar disfrutó de una emocionante juventud, pero se convirtió en un sabio anciano dwemer que pasó su vida buscando la verdad y desechando las supersticiones. Fue creador de muchos inventos y autor de muchos teoremas y estructuras lógicas que llevaron su nombre. Pero este mundo seguía dejándolo perplejo, sobre todo la naturaleza de los aedra y los daedra. Durante sus investigaciones llegó a la conclusión de que muchos de los dioses eran obra de los humanos y los mer.

Sin embargo, nada apasionaba más a Nchylbar que los límites del poder divino. ¿Eran los seres superiores los dueños del mundo entero? ¿Tuvieron la fuerza de labrarse su propio destino? Puesto que Nchylbar ya se encontraba a las puertas de la muerte, sintió que debía entender de una vez por todas esta verdad básica.

Entre sus conocidos se encontraba una monje chimer llamado Athynic. Cuando el monje visitó Bthalag-Zturamz, Nchylbar le informó de su interés por descubrir la verdadera naturaleza del poder divino. Athynic quedó aterrorizado ante las intenciones de su amigo y le rogó que abandonase la idea, pero Nchylbar estaba decidido. Finalmente el monje accedió a colaborar por la amistad que los unía, a pesar de que temía lo peor de esta blasfemia.

Athynic invocó a Azura. Después de los rituales habituales en los que el monje declaró su fe en sus poderes y de que Azura accediera a no dañarlo en modo alguno, Nchylbar y una docena de estudiantes entraron en la cámara de invocaciones con una caja enorme.

"En nuestra tierra, Azura, te vemos como la diosa del ocaso y el amanecer con todos los misterios que ello conlleva", dijo Nchylbar, intentando parecer lo más halagador posible. "Se dice que tu sabiduría es absoluta". "Así es", sonrió la daedra.

"Sabrás, por ejemplo, lo que se esconde en esta caja", dijo Nchylbar.

Azura se volvió hacia Athynic, frunciendo el ceño. El monje se explicó con rapidez; "Diosa, este dwemer es un hombre muy sabio y respetado. Créeme pues, cuando digo que su intención no es burlarse de ti, sino demostrar tu grandeza a estos científicos y al resto de su escéptica raza. Le he intentado explicar tu poder, pero su filosofía dicta que lo debe ver con sus propios ojos".

"Si debo demostrar mi poder para que lo entienda la raza dwemer, me podrías haber pedido algo más impresionante", rugió Azura, girándose para mirar a Nchylbar a los ojos. "Hay una flor con pétalos rojos dentro de la caja".

Nchylbar no sonrió ni frunció el ceño. Se limitó a abrir la caja y mostrar a todos que estaba vacía.

Cuando los estudiantes se giraron para mirar a Azura, se había esfumado. Solo Athynic había sido testigo de la expresión de la diosa antes de irse y no podía articular palabra debido al temblor que recorría todo su cuerpo. Había lanzado una maldición, lo sabía con certeza, pero lo peor era la demostración de poder divino que se acababa de producir. Nchylbar también estaba pálido, desconcertado, pero su rostro no mostraba temor, sino felicidad. La sonrisa de un dwemer que acababa de encontrar la prueba de algo que antes solo sospechaba.

Dos de sus estudiantes lo ayudaron a mantenerse en pie y otros dos se fueron con el monje cuando dejó la sala.

"He estudiado mucho estos años, he realizado un sinfín de experimentos, he aprendido un millar de idiomas y aun así la única verdad que me ha servido de algo es aquella que aprendí cuando solo era un pobre joven que se preocupaba de tener suficiente oro para comer", murmuró el sabio.

Mientras lo acompañaban a su habitación, un pétalo rojo cayó de la manga de su voluminosa toga. Nchylbar murió aquella noche, con una expresión en el rostro que reflejaba la paz que conlleva la satisfacción del saber.

Nota del editor:

esta es otra fábula cuyo origen es inequívocamente dwemer. Se observa que la traducción de algunas palabras aldmer son algo diferentes, pero la esencia de la historia es la misma. Los dunmer tienen una historia parecida sobre Nchylbar, pero en la versión dunmer Azura se percata del truco y se niega a responder a la pregunta. Aniquila a los dwemer presentes por su escepticismo y maldice a los dunmer por su blasfemia.

En las versiones aldmer, la caja presentaba a Azura no está vacía, sino que contiene una esfera que de algún modo se transforma en un cuadrado plano. Por supuesto, las versiones aldmer, algo más cercanas a las dwemer originales, son muchos más difíciles de entender. Quizás esta explicación al estilo "magia teatral" la añadió Gor Felim, que utilizaba tales trucos en sus actuaciones cuando no podía disponer de un mago.

"Marobar Sul" dijo al personaje de Nchylbar solo, pero representó muchas más virtudes dwemer. Su escepticismo, lejos de ser tan absoluto como en las versiones aldmer, se elogia incluso cuando conlleva una maldición sobre los dwemer y la no nombrada casa del sacerdote pobre.

Sea cual sea la verdadera naturaleza de los dioses, y lo equivocados o seguros que estén los dwemer sobre ella, esta fábula explica por qué los enanos se desvanecieron de la faz del reino de tamriel. A pesar de que ni Nchylbar ni sus semejantes pretendían burlarse de los aedra  o los daedra, su escepticismo ofendió a las órdenes divinas.

de Marobar Sul

Antes de la edad del hombre

Serie temporal, Vol 1


Antes de que el hombre se hiciera con el control de Tamriel, y antes de que las crónicas de los historiadores registraran los avatares de los soberanos de Tamriel, los sucesos de nuestro mundo solo se conocen a través de mitos y leyendas, y de las enseñanzas de inspiración divina de los Nueve Divinos.

Por comodidad, los historiadores dividen las distintas épocas de la prehistoria en dos grandes periodos de tiempo: la Era del Amaneces y la Era Merética.

*La Era del Amanecer*

La Era del Amanecer es el periodo anterior al comienzo del tiempo mortal, cuando tenían lugar las aventuras de los dioses. AL Era del Amanecer finaliza con el éxodo de los dioses y la magia, que partieron del Mundo con la fundación del la Torre Adamantina.

El término "Merética" proviene de los nórdicos; literalmente significa "Era de los elfos". La Era Merética es la época prehistórica posterior al éxodo de los dioses y la magia, que partieron del Mundo con la fundación de la Torre Adamantina, y es anterior a la llegada de Vsgramor el nórdico a Tamriel.

Los siguientes eventos son los más notables de la Era del Amanecer, que se presentan, a grandes rasgos, en orden cronológico tal y como los perciben las criaturas modernas como nosotros.

El Cosmos fue formado a partir del Aurbir (caos o totalidad) por Anu y Padomay y así comenzó el Tiempo. Se formaron los dioses (et'Ada). Lorkhan convenció (o engañó) a los dioses para que crearan el plano mortal, Nirn. El plano mortal era, en esta época, un lugar muy mágico y peligroso. Con la entrada de los dioses, la configuración física del plano mortal, e incluso la continuidad extemporánea de la misma existencia, pasaron a ser inestable.

Cuando la Megia (Magnus) arquitecto de los planos del mundo mortal, decidió acabar con el proyecto, los dioses se reunieron en el Torre Adamantina (Torre de los Direnni, la estructura ma´s antigua de Tamriel) para decidir qué hacer. LA mayoría se fueron cuando se fue la Magia. Otros sacrificaron su existencia para crear otras formar para que pudieran permanecer los ehlnofey). Lorkhan fue condenado por los dioses al exilio en los reinos mortales, y le fue arrancado el corazón y arrojado desde la Torre. Cuando aterrizó, se formó un volcán. ya sin la Magia (en el sentido mítico), el Cosmo se estabilizó. La historia élfica, que por fin era lineal, comenzó (2500 de la Era Merética).

*La Era Merética*

La Era Merética fue ordenada por los primeros académicos nórdicos como una serie de años numerados en orden inverso desde sus "inicios del tiempo": la fundación de la dinastía Camoran, registrada como el año cero de la Primera Era. Los eventos prehistóricos de la Era Merética se enumeran aquí con las tradicionales fechas nórdicas meréticas. La fecha merética ma´s temprana citada por los académicos del rey Harald es el 2500: el reconocimiento nórdico de lo que fue el primer año del tiempo. Como tal, la Era Merética se extiende desde el año 2500 de un pasado muy lejano hasta el año 1, año anterior a la fundación de la dinastía Camoran y el establecimiento de la Torre Blanca y Dorada como ciudad estado independiente.

Según los bardos del rey Harald, el 2500 de la Era Merética fue la fecha de la contrucción de la Torre Adamantina en la isla de Balfiera de Roza Alta, la estructura más antigua de todo Tamriel. (Corresponde, más o menos, a las fechas más antiguas que aparecen en varias crónicas elfas no publicadas).

Durante los comienzos de la Era Merética, las bestias aborígenes del Tamriel (antepasados de los khajiitas, argonianos, orcos y otras bestias) vivían en comunidades anteriores a la escritura por todo Tamriel.

A mediados de la Era Merética, los refugiados aldmeri (mortales de origen élficos) abandonaron su maldito y ya perdido continente de Aldmeris (también conocido como Antigual Ehlnofey) y se asentaron al suroeste de Tamriel. Las primeras colonias estaban distribuidas de forma muy espaciada sobre islas, por toda la costa de Tamriel. Más tarde, se fundaron asentamientos en tierra continental, principalmente sobre las tierras bajas fértiles en la zona suroeste y central de Tamriel. Fueran con fueran las bestias encontradas por los elfos, las sofisticadas, lustras y tecnológicamente avanzadas culturas de los aldmeri desplazaron a las primitivas bestias hacia las selvas, ciénagas, montañas y pantanos. La Torre Adamantina fue redescubierta y capturada por los Direnni, un destacado y poderoso clan  aldmeri. La Torre de Cristal fue construida sobre la isla es Estivalia y, posteriormente, se construyó la Torre Blanco y Dorada en Cyrodiil.

Durante la Era Merética MEdia, los exploradores aldmeri prepararon mapas de las costas de Páramo de Vvarde, construyeron las torres mágicas de los altos elfos de la Primera Era de Ald Redaynia, Bal Fell, Tel Arubn, y Tel Mora en Morrowind. También fue durante este periodo cuando florecieron los asentamientos ayleid (elfos salvajes) en las selvas alrededor de la Torre Blanca y Dorada (el Cyrodiil actual). Los elfos salvajes, conocidos también como los altos elfos de las tierras centrales, mantuvieron la magia y el idioma de los ahlnofey en la Era del Amanecer. Tratándose ostensiblemente de una tierra tributo a al rey supremo de Alinor, las largas líneas de comunicación de las tierras centrales, desde la soberanía de las islas de Estivalia, aislaron a Cyrodiil de los retes supremos de la Torre de Cristal.

El final de la Era Merética Media es el periodo de la alta cultura de los velothi. Los chimer, antecesores de los modernos dunmer o elfor oscuros, eran clanes élficos dinámicos, ambiciosos y longevos, dedicados a la adoración del fundamentalismo antiguo al profeta Veloth fuera de las ancestrales tierra élficas al suroeste, para asentarse en als tierras que ahora se conocen como Morrowind. Despreciando la cultura secular y las prácticas profanas de los dwemer, los chimer también codiciaban las tierras y recursos de los dwemer y, durante siglos, tuvieron con ellos varios encuentros y disputas territoriales. Los dwemer (enanos), clanes élficos librepensadores y confinados dedicados a los secretos de la ciencia, la ingeniería y la alquimia, establecieron ciudades y comunidades subterráneas en la cadena montañosa (conocida después como Montañas Velothi) que separa el Skyrim moderno de Morrowind.

El final de al Era Merética marca el precipitado declive de la cultura velothi. Algunos velothi se asentaron en pueblos cerca de las abandonadas y decadentes antiguas torres velothi.

Durante este período, la alta cultura de los velothi desapareció de la isla de Páramo de Vvarden Las primeras colonias dwemer datan de este periodo. Los degenerados velothi delegaron en culturas tribales que, con el tiempo, evolucionaron hasta convertirse en las modernas grandes casas de Morrowind, o se mantuvieron como tribus bárbaras de cenicios. Los únicos restos que sobreviven de esta cultura tribal son las dispersas torres velothi y los nómadas cenicios de la isla de Páramos de Vvarden. Las torres mágicas, originales de los altos elfos de la Primera Era situadas a lo largo de la costa de Tamriel, también fueron abandonadas durante esta época.

Fue durante finales de la Era Merética cuando los humanos anteriores a la escritura, el llamada "pueblo mérico", del continente de Atmora (también llamado "Altmora" o "bosque antiguo" en aldmeris) emigraron y se asentaron en el norte de Tamriel. El héroe de la cultura nórdica llamado Vsgramor, líder de una gran flota colonizadora hacia Tamriel, desarrolló, al parecer, una trascripción rúnica de la lengua nórdica según principios élficos, por lo que a Vsgramor se le considera el primer hostirador humano. La flota de Vsgramor llegó a Punta de Hsaarik, en el extremo norte del Cabo Roto de Skyrim. Allí, los nórdicos construyeron la legendaria ciudad e Saarthal. Los elfos alejaron a los hombres durante la Noche de lágrimas, pero Vsgramor regresó pronto con sus Quinientos compañeros.

También fu a finales de la Era Merética cuando el legendario héroe, guerrero, hechicero y rey inmortal, conocido con los nombre de Pelinal Descarga Blanca, Harrald Calzón Peludo, Vsmir, Hans el Zorro, etc., recorrió Tamriel, reuniendo ejércitos, conquistando tierras, gobernando y, finalmente, abandonando sus reinos para volver a vagar sin rumbo.

de Aicantar de Shimerene

Amenaza creciente, Vol. 4


Amenaza creciente, Vol. 3

A continuación se relata la historia de Lathenil de Solaria, un refugiado altmer de la isla de Estivalia que llegó a Cyrodiil en los primeros años de la Cuarta Era. En palabras del propio Lathenil, no huyó de las consecuencias de la Crisis de Oblivion en Estivalia, sino más bien de "la tenebrosa sombra de los Thalmor que se cierne sobre mi amada tierra".

Lathenil tenía una presencia muy intensa, por decirlo con gentileza, y algunas de sus acusaciones a los Thalmor parecía rozar la locura. Quizá esa fuera la razón por la que sus fervorosas advertencias y sus críticas abiertas a los Thalmor y el Dominio de Aldmer fueran desatendidas, pero la historia finalmente ha reivindicado, al menos en parte, las afirmaciones de Lathenil.

Proxis Erratuim, historiador del Imperio.

Con extrema cautela, organicé a un grupo de conjuradores integrado por aquellos que desconfiaban de los motivos y métodos de los Thalmor. Durante varios meses, me desprendí de mis ancestrales propiedades y acumulé toda la herencia que pude sin levantar sospechas. ¡Iría en busca de Rynandor y le ayudaría a recuperar su reputación y su posición. Entonces volveríamos para derrotar a los Thalmor con sus propias armas y recuperaríamos las costumbres y moral de los altmer! El resto de conjurados debían permanecer en la isla de Estivalia y ganarse la confianza de los Thalmor en la medida en que mejor pudiera convenir a cada uno de ellos, y enviarme cartas clandestinas cuando les fuera posible.

Tras semanas de meticulosas investigaciones y carísimos sobornos, averigüé que Rynandor había sido enviado a Yunque por barco. Conseguí un pasaje, y allí casi termina mi búsqueda, ya que Rynandor nunca había atracado en su puerto. El pálpito que tenía de que Rynandor había sido víctima de un engaño y asesinado se vio confirmado cuando seguí la pista de varios marinos que supuestamente iban a bordo del barco de Rynandor. Todos habían muerto en misteriosas y violentas circunstancias.

El primero de los atentados que sufrí contra mi vida sucedió poco después. No es necesario decir que sobreviví, pero mi ambicioso plan de frustrar los planes de los Thalmor se esfumó ante la ausencia de un líder carismático al que seguir. Me oculté y esperé ansiosamente noticias de las actividades de los Thalmor allá en la isla de Estivalia.

En los años siguientes intenté influir en el Imperio por todos los medios posibles y advertirles de la intenciones de los Thalmor. EL Imperio, no obstante, ya tenía suficientes preocupaciones una vez finalizadas la Crisis de Oblivion dentro de sus fronteras como para preocuparse de los problemas de la lejana Estivalia. Tras el asesinato del emperador Uriel Septim VII y sus herederos, y la inmolación de Martin Septim, auténtico salvador de la isla de Estivalia y del resto de Tamriel quedó herido de muerte.
El sumo canciller Ocato reunió al consejo de ancianos al completo en un infructuoso intento de elegir un nuevo emperador. Sin un emperador, el Imperio comenzó a desmembrarse más allá de los límites de Cyrodill. Ocato accedió a regañadientes a convertirse en potentado según los términos del decreto del Consejo de Ancianos hasta que se restableciera el dominio del Imperio, pero un líder a regañadientes no suele ser un líder fuerte.

El potentado Ocato realizó esfuerzos encomiables para poner freno a la locura que amenazaba con desmembrar el Imperio, e incluso había realizado grandes avances cuando la Montaña Roja entró en erupción y destruyó casi todo Páramo de Vvarden, probablemente debido a la manipulación de los Thalmor, aunque no tengo pruebas de su implicación en este suceso. Lo que quedó de Morrowind se sumió en el caos más absoluto. Los efectos de la erupción alcanzaron incluso a Ciénaga Negra, con la destrucción de los caminos y el aislamiento de las guarniciones Imperiales en ese lugar.

Nadie estaba preparado para lo que sucedió a continuación.

de Lathenil de Solaria