domingo, 30 de septiembre de 2012

Escritura del sello (Leyenda prohibida)

Aquí yacerás, Jyrik, asesino, traidor

Por tus crímenes condenado contra el reino y el señor.

Que tu nombre y actos queden siempre en memoria.

Y el talismás que portas sellado bajo custodia.

Diario de Agrio

Nunca pensé que llegaría el día en que abandonaráramos la banda de Punta del Cuchillo. Al menos, la tormenta berrará nuestras huellas. Vidgrod, Raen y yo nos hemos cobijado en una cueva a pasar la noche. Parece que hay unas antiguas ruinas. Al menos, no se ve ningún draugr por aquí.


Vidgrod y Raen quieren acampar aquí un tiempo, quizá para realizar unos cuantos asaltos. Tendrían que saber que el camino está desierto, especialmente en esta época del año. Existen muchos lugares mejores al norte, pero insisten enérgicamente en permanecer aquí. Ni siquiera me echaron una mano cuando salí de caza anoche.


Algo va mal. Raen no ha pronunciado una palabra desde que se levantó esta mañana, y tiene la mirada perdida. Vidgrod no se encuentra mucho mejor. ¿Estarán enfermos? No parece ninguna enfermedad que hay visto antes. Me alejaría de ellos, pero no consigo reunir valor suficiente. Es como si algo me retuviera. ¿Qué es este lugar?


No estamos solos. Ahora puedo oírlo. Alguien le habla a mi mente. Es viejo. Poderoso. Halldir, se llama. Quiere algo de nosotros. Necesita que nos quedemos para que la magia funcione. He intentado huir, pero no puedo. Igual que ellos.


Raen saltó primero. A las rocas. Es lo que el maestro quiere... sangre, sacrificio, el poder para resucitar. Puedo sentir su magia latiendo en mi sangre. Nos está absorbiendo. Pronto le serviremos, nuestros cuerpos, nuestras almas. Igual que los otros. Nos esperan. Es mi turno.

Verso del rey Olaf

O, Olaf, el tirano, el tuerto traidor;
demonio de la muerte y rey matadragones.
Tu leyenda es falsa, macabra y falaz;
tu ingeniosa captura de Numinex, un timo mayor.

Olaf alcanzó el poder con promesas y amenazas;
Desde Falkreath a Hibernalia, todos a sus pies cayeron;
Pero Soledad resistió, auténtica protectora de Skyrim.
La venganza de Olaf fue fulminante y malvada.

Y así acaba la historia de Olad el embustero, canalla y ladrón, que en Soledad quemamos sin compasión.
En Soledad los bardos recitan para servirte
y dad año se reúnen para quemar a un rey inservible.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Contrato de compra (Bolli)

Este acuerdo certifica que Kleppr, propietario de la posada Sandre Argéntea de la ciudad de Marlarth, le pagará a Bolli, propietario del caladero de Riften, la suma de tres septim por fanega de pescado. El pago se realizará en el momento de la entrega y se garantiza que el producto deberá ser fresco.

Bolli

Antecedentes de la ley dwemer

Este libro es un relato histórico del desarrollo de las leyes y costumbres dwemer, desde sus raíces, la cultura de los altos elfos.


Por lo que he visto y he sido capaz de estudiar en lo que respecta al desarrollo de las costumbre de las tribus bosmer, considero que es comparable a todos los efectos al desarrollo de las leyes de los altmer. La responsabilidad legal inicial que se limitaba a una renuncia que, como sucedió en Estivalia, acabó convirtiéndose en compensación.

¿Y en qué inflye eso en el estudio de las leyes actuales? En lo que respecta a la influencia de la ley altmer sobre la nuestra, en especial en cuestiones de maestros y sirvientes, las pruebas de dicha influencia son recurrentes en cada sentencia recogida a lo largo de los últimos quinientos años. Como ya afirmábamos, aún a día de hoy seguimos repitiendo los razonamientos de los magistrados altmer, por vacuos que sean. Y ahora demostraré rápidamente cómo pueden seguirse las costumbres de los altmer en los tribunales de los dwemer.

En las leyes de Guardia de Karndar (P. D. 1180), se recoge: "si alguien propiedad de otra persona mata a alguien de su propiedad, el dueño deberá pagar a los asociados con tres instrumentos de buena factura y el cadáver del esclavo". Hay muchas otras citas similares. El mismo principio se hace extensivo al caso de un centurión, en el que se mate a un hombre. "Si en un lugar común de trabajo de un animunculi, los asociados del asesinado podrán desmontar el animunculi y reclamar sus pexas dentro de un plazo de 30 días".

Resulta instructivo comprar lo que menciona Dhark en lo respectivo a las duran bestias de los bosques de Tenmar. "Si un argoniano matase a un gato de las ciénagas, su familia caerá en desgracia hasta que respondan con la muerte del argoniano u otro de su casta. Más aún, si un gato de las ciénagas muriese al caer de un árbol, sus familiares se vengarán del árbol desarraigándolo, quebrando sus ramas y lanzándolas a los confines del bosque".

Anales de la guardia del dragón

2800-2819

Sea of Ghosts: Mar de los Fantasmas

Sky Haven Temple: Templo de Refugio Celestial

The Reach: La Cuenca

Hjaalmarch: Marca de Hjaal

Falkreayh Hold: Comarca de Falkreath

Whiterum Hold: Comarca de Carrera Blanca

The Pate: El Pálido

Winterhold: Hibernalia

Eastmarch: Marca Oriental

The Rift: La Grieta


Nota del escriba: he reproducido fielmente el texto siguiente de los Anales de la guardia del dragón del templo de Refugio Celestial en el periodo comprendido entre el 2800 y el 2819 (4329-4338 del calendario antiguo).
Hermano Annulo, año 568 de la Segunda Era


2801: el emperador Kastav ha vuelto a ordenar a la guardia del dragón que capture rehenes en Markarth y Hroldan para asegurar que los jarl cumplen con las cuotas de reclutamiento. Las protestas oficiales de nuestro maestro han sido desestimadas, como es habitual. Esto provocará que las relaciones con la población local sean más difíciles, aunque los "rehenes" reciben en efecto alojamiento y formación junto a los demás acólitos.


2804: tras el estallido de la rebelión de Hibernalia nuestro maestro se ha negado a enviar a la guardia del dragón para sofocarla. El emperador ha ordenado el corte de suministros, pero hemos llegado a un acuerdo con los habitantes de la Cuenca para asegurar nuestra autosuficiencia. El gran maestre apoya las acciones de nuestro maestro debido a que se infringe el juramento de fidelidad.


2805: el Templo sufre asedio. Enviaron al estúpido de Halien a Hibernalia y ha saqueado la ciudad. Por alguna razón no se le permitió la entrada en la guardia del dragón. Pero npara los habitantes locales no existe diferencia entre los akaviri. Todos estos años ganándonos la confianza de la gente de Skyrim para nada.


2806: nos hemos enterado de la adhesión de Reman II (de nombre bendito) al levantarse el asedio del Templo. Hemos ofrecido la guardia de honor para la primera visita del emperador a Skyrim, un gran impulso para el prestigio del Templo.


2809: hemos recibido noticias de la presencia de un dragón en el este. Se han enviado exploradores de inmediato y han encontrado señales del monstruo, que ha huído ante nuestra cercanía. Los supervivientes son ahora muy cautelosos.


2812: por fin hemos recibido permiso del emperador para iniciar la construcción del Muro de Alduin. Artesanos de templos de todo el Imperio han venido y han comenzado la gran obra, supervisada por nuestro maestro, como es menester, ya que su conocimiento de los dragones no tiene parangón.


2815: los trabajos en el Muro de Alduin progresan. El maestro ha despedido a varos artesanos (procedentes de un templo occidental que no es necesario nombrar, famosos por su obstinado orgullo) que retrasaban el trabajo, pero no se ha visto comprometido. El Muro de Alduin es nuestro regalo para todos los que se unen a nosotros.


2815: el gran maestre d¡ha visitado el Templo en verano para comprobar los progresos en el Muro. ha recibido quejas sobre los gastos (no hay duda de su procedencia), pero ha quedado tan impresionado con el Muro, aún a medio terminar, que le ha concedido a nuestro maestro un mandato judicial de requisa con el sello del emperador. ¡No habrá más retrasos!


Más avistamientos de dragones en el este que no se han podido verificar.


2818: un año próspero. Se ha finalizado el Muro de Alduin, se ha localizado y erradicado a un dragón, y el emperador Reman II nos ha visitado para dedicar oficialmente el Muro. El sello de sangre se consegró en presencia de toda la guardia del dragón de Skyrim, un gran honor del que pocos templos pueden presumir.

Amuleto de reyes

En los inicios de la Primera Era, una poderosa raza de elfos conocida con el nombre de ayleid, o altos elfos de las tierras centrales, gobernaba el corazón de Tamriel con mano de hierro. Los altivos ayleid conseguían de sus patrones, los traicioneros daedra, ejércitos formados por espíritus de muertos y seres daédricos. Con estas tropas mágicas, que a nada temían, los ayleid dieron caza a las jóvenes razas de los hombre, masacrándolos y esclavizándolos a su antojo.

Para aliviar el sufrimiento de la raza humana, santa Alessia, fundadora del linaje cyrodílico, pidió ayuda a Akatosh, dios dragón del tiempo y monarca de los aedra. Akatosh se apiadó de la precaria situación de los hombre y extrajo un poco de sangre de su propio corazón que ofreció a Alessia. También selló un pacto con ella: mientras las generaciones posteriores fueran fieles a la sangre de dragón. Akatosh intentaría mantener cerradas las puerdas de Oblivion y negar la entrada a los ejércitos de daedra y no muertos para que no se unieran a sus enemigos, los ayleid, queridos por los daedra. 

A cambio, le entregó a Alessia y a sus descendientes el Amuleto de reyes y el Fuego de dragón eterno de la Ciudad Imperial. La primera gema del Amuleto de reyes cyrodílico representa a Alessia: un diamante rojo justo en el centro, símbolo del imperio que más tarde pasaría a representar a la familia real de los Septim. El diamante está rodeado por otras ocho gemas, que encarnan a las demás divinidades.

Mientras el Imperio mantenga el culto a Akatosh y a los suyos, los herederos de Alessia conservarán el amuleto y nada tendrán que temer de las devastadoras hordas de los señores daedra, ya que Akatosh y su cohorte se encargarán de guardar las puertas entre Tamriel y Oblivion.

Si el Imperio faltase a su promesa y dejara de venerar a los Nueve divinos, o bien si la descendencia de Alessia viera su fin, las barreras entre Tamriel y los reinos daédricos se despolomarían, y sus adoradores podrían invocar a daedra menores y a espíritus de no muertos para hostigar a las razas humanas.

de Wenengrus Monhona

Akavir misteriosa

Akavir significa "tierra de dragones", Tamriel quuiere decir "la hermosura del amanecer" y Atmora, "bosque antiguo". Únicamente los guardias rojos saben lo que en su momento pudo significar Vokuda.

Akavir es el reino de las bestias, donde no moran ni los mer ni los hombres, aunque estos últimos habitaran antaño estos parajes antes de ser devorados por el vampíricos pueblo serpiente de los tsaesci. De no haber sido exterminados, habrían terminado emigrando a Tamriel. Los nórdicos se fueron de Atmora para asentarse en Tamriel, adonde antes fueran a parar los elfos tras abandonar Aldmeris. Los guardias rojos destruyeron Vokuda para proseguir su viaje. Todos los hombre y los mer saben que Tamriel es el nexo de la creación, donde se librará la Última Guerra y donde los dioses deshicieron la Lorkhan y dejaron su Torre Adamantina de los secretos. ¡Quién sabe lo que pensarán los akaviri de Tamriel ¿Por qué han intendado invadirlo al menos en tres ocasiones?

Akavir se compone de cuatro naciones: Kamal, Tsaesci, Tang Mo y Ka Po' Tun. Cuando no están ocupados intentado invadir Tamriel guerrean sin cesar entre sí. Kamal es el "infierno nevado" donde viven hordas de demonios. En verano, salen e invaden Tang Mo, pero los valientes hombres-mono siempre consiguen expulsarlos. Hubo un tal Ada''Soom Dir-Kamal, rey de los demonios, que intentó conquistar Morriwind, pero Almalexia y el Infrarrey acabaron con él en la Montaña Rojo.

Tsaesci es el "palacio de la serpiente", antaño la mayor potencia de Akavir 8antes de que llegaran los tigres-dragón). Los hombres-serpiente devoraron a todos los humanos de Alavir hace tiempo, pero aún se les asemejan. Son altos y hermosos (aunque aterradores), están cubiertos de escamas doradas y tienen el don de la inmortalidad. Esclavizan a los trasgos de las islas circundantes, que les proporcionan mano de obra y sangre fresca. Los dominos de los tsaesci son extensos. Cuando los nativos de Tamriel piensan en los akaviri siempre recuerdan a los hombre-serpiente, porque uno de ellos gobernó el imperio cyrodílico durante cuatro siglos de la anterior era. Se trataba del potentado Versidue-Shale, asesinado por el Morag Tong.

Tang Mo es "la isla de los mil monos". Hay numerosas razas de hombre-mono, y todos son amables, valientes y sencillos (y locos muchos de ellos). Se movilizan siempre que es necesario, pues el resto de naciones de Akavir han intentado, en un momento u otro, subyugarles. No saben a ciencia cierta a quién odian más, si a las serpientes o a los demonios, pero preguntadle a alguno y probablemnte os dirá que a las serpientes. Aunque otrora fueran enemigos a muerte, los hombre-no son ahora aliados de los hombre-tigre de Ka Po' Tun.

Ka Po' Tun es el "imperio del tigre-dragón". Los hombre-gato están gobernados por el divino Tosh Raka, el tigre-dragón. Hoy día son un gran imperio, más poderoso que Tsaesci (aunque no por mas). Después de que los hombre-serpiente devoraran a todos los hombres, intentaron comerse a los dragones. Se las pañaron para esclavizar a los dragones rojos, pero los dragones negros habían escapado a (lo que por aquel entonces era) Po Tun. La guerra que siguió fue atroz, lo que debilitó a los gatos y las serpientes, mientras que los dragones fenecieron todos. Desde entonces, los hombre-gato han intentado convertirse en dragones, y fue Tosh Raka el primero que lo logró. Es el dragón más grande del mundo, de color naranja y negro, y se caracteriza por sus ideas inovadoras.

"Primeramente", anunca Tosh Raka, "hemos de acabar con las serpientes vampiro". A continuación, el emperador tigre-dragón quiere invadir la totalidad de Tamriel.

Breve historia del Imperio, Vol. 4

En el primer tomo de esta crónica narramos brevemente la vida de los ocho primeros emperadores de la dinastía Septim empezando por Tiber I. El segundo relataba la historia de la Guerra del Diamante Rojo y de los seis emperadores que siguieron. Finalmente, las tribulaciones de los siguiente tre emperadores (el frustrado Uriel IV, el incompetente Céforo II y el heroico Uriel V) fueron objeto de estudio en el tercer tomo.

Cuando murió Uriel V en el territorio enemigo de Akavir, su sucesor Uriel VI tenía cinco años. De hecho, nació poco antes de que su padre se encaminara a su último destino. La única descendencia de Uriel V, por unión morganática, eran las gemelas Morihatha y Eloisa, que naciieron al mes de su partida. Uriel VI fue coronado el año 290 de la Tercera Era. La consorte imperial Thonica y madre del heredero recibió poderes limitados en calidad de regente hasta que Uriel VI cumpliera la mayoría de edad. El consejo de ancianos era quien mandaba en realidad, tal y como venían haciendo desde los tiempos de Katariah I.

Tan plena era la libertad de actuación del consejo para promulgar leyes (y generar ingresos), que Uriel VI no obtuvo plenos poderes para reinar hasta el 307, cuando ya tenía veintidós años. Con el tiempo había ido adquierendo potestades, pero tanto el consejo como su madre, que aunque con cortapisas ostantaba el cargo de regente, se resistieron a ceder las riendas. Para cuando ascendió al trono, los engranajes del gobierno eran tales que pocas funciones le quedaban, si exceptuamos la del veto imperial.

No obstante, recurrió a dicha potestad con regularidad y rotundidad. En el año 313, Uirel VI ya podía presumir de gobernar realmente Tamriel. Recurrió a redes de espionaje y a cuerpo de guardia ya en desuso para forzar a los testarudos ancianos del consejo. Su hermanastra Morihatha era (y no es de extrañar) su más estrecha aliada, especialmente tras sus desposorios con el barón Ulfe Gersen de Hibernalia, que le reportaron considerables riquezar e influencia. Como ya dijera el sabio Ugaridge, "Uriel V, conquistó Esroniet, pero Uriel VI conquistó al consejo de ancianos".

Uriel VI se cayó de un caballo y no pudieron reanimarlo ni los mejores médicos de la corte, así que su querida hermana Morihatha recibió la tiara imperial. A los veinticinco años de edad, los diplomáticos decían de ella (con ánimo de adular) que se trataba del ser más hermoso de toda Tamriel: bien formada, vivaz, atlética y con experiencia política. fue quien trajo al maestro supremo de Skyrim a la Ciudad Imperial y nombró al segundo mago guerro imperial desde los tiempos de Tiber Septim.

Morihatha culminó la tarea iniciada por su hermano e hizo de la Provincia Imperial una entidad administrativa bajo el mando de la emperadora (y, posteriormente, del emperador). No obstante, en los confines de esa provincia, el Imperio se había ido desgregando paulatinamente. Desde el reinado de su abuelo Céforo II, no hubo quien pusiera coto a las abundantes revoluciones y guerra civiles. Administrando sabiamente sus ataques, Morihatha fue recuperando la lealtad de sus rebeldes vasallos, y eso sin implicarse excesivamente.

A pesar del éxito indudable de las campañas militares de Morihatha, lo meditado de sus decisiones solía desencantar al consejo. Se cree que uno de los consejeros, un argoniano que adoptó el nombre coloviano de Thoricles Romo, encargó a unos asesinos a sueldo que la matasen allá por el año 339 de la Tercera Era. Al parecer, lo hizo en un arrebato de ira por la negativa de enviar tropas a su Ciénaga Negra, aquejda por los conflictos. Romo fue juzgado y ejecutado sumariamente, aunque insisitó en su inocencia hasta el último momento.

Morihatha no dejó descendientes, y Eloisa murió de unas fiebres cuatro años antes. El hijo de Eloisa, de veinticinco años de edad, fue coronado con el nombre de Pelagio IV. Este emperador continuó la labor de su tía, recuperando bajo su égida los reinos, ducados y baronías más radicales y empecinados del Imperio. Si bien se guio con el mismo aplomo y la misma cautela que su tía, no logró cosechar el mismo éxito. Tanto tiempo obraron los reinos a su libre albedrío que la autoridad imperial no dejaba de resultarles irritante por benigna que fuera. No obstante, al abandonarnos Pelagio tras veintinueve prósperos años de estabilidad, Tamriel se hallaba más cerca de la unidad que en ningún otro momento desde los tiempo de Uriel I.

Nuestro actual emperador, Su excelencia y Terrible Majestad Uriel Septim VII, hijo de Pelagio IV, tiene la diligencia de su tía abuela Morihatha, la destreza en el arte de la política de su tío-abuelo uriel VI y la habilidad en el campo de batalla de su tío abuelo segundo Uriel V. Durante veintiún anos reinó y trajo la jsuticia y el orden a Tamriel. En el año de 389 de la Tercera Era, no obstante, su mago guerrero imperial, Jagar Tharn, lo traicionó.

Uriel VII fue encarcelado en una dimensión creada por Tharn y este se hizo pasar por el monarca adoptando su apariencia. Durante los siguientes diez años, Tharn abusó de los privilegios propios del emperador, pero cesó las reconquistas de Uriel VII. Aún no sabemos bien qué logros y pretensiones albergaba Tharn durante los diez años que se hizo pasar por su señor. En ell alo 399 de la Tercera Era, un enigmático adalid derrotó al mago guerrero en las mazmorras del palacio imperial y liberó a Uriel VII de su cautiverio en aquella dimensión.

Desde su liberación, Uriel Septim VII ha reiniciado diligentemente la pugna que habría de reunificar Tamriel. Si bien es cierto que por culpa de Tharn se echó a perder la recuperación inicial, también es verdad que los años transcurridos desde entonces han demostrado que aún quedan esperanzas de que Tamriel vea el renacer de la Edad de Oro del reinado de Tiber Septim.
de Stronach k'Thojj Ill
historiador del imperio

Prueba de Boethiah

~El siguiente testimonio es auténtico. Que sirva de advertencia para aquellos con oídos y corazones atentos~


En cierto día, a cierta hora los fieles se reunieron para realizar ciertos rituales, esperando vislumbrar a su maestra. El día era correcto y la ceremonia se realizó adecadamente.

Desgarrando el Velo como el medio de humo, Ella en persona se les apareció terrible y resplandeciente . Allí estaba, envuelta en un ébano más oscuro que una noche sin luna, blandiendo una espada que ardía con más calor que la superficie de un sol. Y aunque vestía como una reina guerrera dunmer, se alzó por encima de ellos como una estatua tallada a partir de la Montaña Roja misma.

"¿Para qué me habéis molestado?"

Sorprendidos, los primeros de ellos rogaron de esta forma:
"Oh, Boethiah, príncipe de las conspiraciones, embaucador de naciones, reina de las sombras, diosa de la destrucción, ¿hemos venido a adorarte!"

Ella miró de forma condescendiente a los seguidores que se habían reunido para verla. Con gesto torvo, preguntó al primero:
"Dime, tú que afirmas conocerme...¿ Cómo te reconoceré yo a ti?"

Lleno de temor, exclamó:
"Cada noche te dedico mis oraciones, cada noche pronuncio tus maravillosos nombres. ¿No reconeces el sonido de mi voz? Soy el más devoto de tus creyentes".

Ella funció el ceño exhalando un prolongado suspiro y, de pronto, el hombre desapareció, dispersado por el aire de los pulmones de la diosa.

Volviéndose hacia el segundo, le preguntó:
"¿Y tú? ¿Cómo puedo medir el valor de tu existencia?"

Aturdido por el poderío de su voz, el segundo adorador se doblegó ante su semblante cada vez más ceñudo.

Ella dio una palmada, y el segundo hombre también desapareció.

Habló al tercero:
"Y tú, dime, cómo te distinguiré de otros como esos de los que ya no queda rastro?"

Conmocionado y sin palabras por la desaparición de sus hermanos, el tercer hombre susurró:
"¡Ten piedad de nosotros!"

Ella pestañeó dos veces. La primera vez, élsufrió horriblemente. La segunda, fue destruido.

Lanzó una mirada fulminante a todos los que quedaban y dijo:
"Yo no tengo piedad".

Y así actuó con los demás. Los ponía a prueba, y ellos no sabían reaccionar.

Finalmente, vino a mí, con los ojos brillando por la ira y la lengua húmeda por el odio, y dijo:
"De todos mis creyentes, solo quedan dos. Dime, penúltimo, ¿con qué me probarás tu existencia?"

Sin dudarlo un segundo desenvainé mi espada y la enterré en el pecho del otro hombre que estaba junto a mí. Sin miedo, respondí de esta forma:
"Pregúntale a aquel cuya sangre brota por mi espada si existo".

Ella sonrió. Y las puertas de Oblivion se abrieron entre sus dientes. Entonces, dijo:
"Dime, mi ahora último seguidor, ¿por qué tú permaneces y los otros no?"

Recuperé mi espada y la ofrecí diciendo:
"Estoy vivo porque este otro ha muerto. Existo porque tengo la voluntad para hacerlo. Y seguiré con vida mientras haya señales de mis accione, como la sangre que gotea de esta espada".

Aceptando mi ofrenda, ella asintió y dijo:
"Bien dicho".

~~~

~Si al leer esto te hierve la sangre en las venas y tu mente arde sin control, entonces Boethiah te llama. Lo más sensato en ese caso será responder a su llamada. Búscala en el monte que se encuenra sobre Ventalia. Reúnete con nosotros allí y se te pondrá a prueba.~

jueves, 27 de septiembre de 2012

Últimas palabras de ladrón

Nadie creía en su existencia, pero yo los he visto.

¡Los ojos de los elfos de las nieves!

Los enanos creían que se los habían arrebatado a los falmer, epro ellos también cayeron en el engaño. Una estatua, construida en secreto por esclavos. Los ojos te abrasan, e incluso ahora los sigo viendo. S'raffa consiguió huir del derrumbe del túnel, pero nunca escapará de lo que hemos visto. nadie lo creerá nunca y se volverá loco por la certeza de que jamás volverá a verlos. Pero quizá yo pueda volver a contemplarlos antes de morir.

Mensaje de Anders

No puedo creerlo. He realizado todo este trayecto, he resuelto todos esos ridículos acertijos, ¡solo para acabar aquí! Tras memorizar las pistas que Nystrom había conseguido de Lyteto, le corté el cuello. Supongo que ahora el que se la ha cargado soy yo, porque estoy atrapado y no veo forma de salir. Espero que alguien venga pronto, empiezo a tener hambre.

Muchas gracias (Mercer)

M:

No alcanzo a comprender cómo has conseguido hacerte con el objeto del que hablamos, pero estoy más que satisfecho. Craía que simplemente esperarías a que lo transportaran desde el Castillo Severo a su destino final, pero por lo que he oído, ha desaparecido de su armería. Me gustaría saber cómo conseguiste burlar a la guardia, eludir la puerta corredera, abrir la puerta de la armería y forzar ese cofre con cerradura codificada de los enanos. Un día tienes que enseñarme ese truco. Te he dejado tu parte en el punto de recogida habitual y espero tener más trabajo para ti ponto.

R

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Los elfos salvajes

Lejos de la civilización, en prácticamente cada una de las provincias de Tamriel, se encuentran los auleid, comúnmente conocidos como elfos salvajes, que son los descendientes filosóficos, si no directos, de los habitantes originales del territorio. Si bien tres razas de la estirpe de los elfos (los altmes o altos elfos, los bosmer o elfos del bosque, y los dunmer o elfos oscuros) se han adaptado bien a las nuevas culturas de Tamriel, los ayleid y sus hermanos han guardado las distancias con nuestra civilización, prefiriendo poner en práctica los métodos antiguos, lejos de los ojos de todos.

Los elfos salvajes hablan una variación del cyrodílico antiguo. Han optado por rechazar el temriélico y distanciarse de la corriente dominante de Tamriel incluso mucho más que el menos urbanizado de sus primos elfos. En lo que se refiere a su temperamento, tienen un espíritu oscuro y taciturno, aunque esta es la impresión de los extranjeros (o "pellani" en su lengua) y hay que tener en cuenta que, sin duda, ellos actúan de forma diferente cuando están en sus propias tribus.

En realidad, uno de los sabios más brillantes de la Universidad de Gwilym era un elfos ayleid civilizado, Tjurhane Fyrre (2790 de la Primera Era-227 de la Segunda Era), quien publicó una obra sobre los elfos salvajes que mostraba su vibrante y alegre cultura. Fyrre es uno de los escasísimos ayleid que habla libremente sobre su pueblo y religión, y él mismo afirmaba: "La naturaleza de las tribus ayleid es muy diversa, sus personalidades generalmente son tremendamente diferentes a las de las tribus vecinas" (Fyrre, T., Poesía sobre la naturaleza ayleid, pág. 8, Editorial de la Universidad de Gwilym, 12 de la Segunda Era).

Al igual que ocurre con cualquier cultura extranjera, la gente corriente de Tamriel a menudo teme a los elfos salvajes. Los ayleid siguen siendo uno de los mayores enigmas del continente de Tamriel. Rara vez aparecen en las páginas de la historia escria desempeñando algún papel, y en esas pocas ocasiones únicamente son una visión extraña de algún cronista que tropezó con ellos antes de que se desvanecieran en el bosque. Como probablemente lo que se desprende de las leyendas comunes forme parte de la ficción, casi no sabemos nada de ellos. Los misteriosos modos de vida de los ayleid han permanecido ocultos desde antes de la Primera Era, y es muy probale que continúen así durante los siguientes miles de años.
de kier-jo Chorvak

Herencia (Ventalia)

XXX:

En nombre del jarl Ulfric Capa de la Tormenta, lamento tener que informarte de la muerte de Angrenor Antaño Honrado.

En su testamento te ha legado generosamente la cantidad de 100 de oro en concepto de herencia.

La corte del jarl ha recaudado la cantidad de 10 de oro deducidas de la suma, como legítimo impuesto de sucesiones. La cantidad restante ha sido encomendada al cuidado de un mensajero de confianza para su entrega.

Aunque en la corte del jarl compartimos la tristeza por tu pérdida, nos regocija saber que la persona fallecida poseía estimados amigos y riqueza que transmitirles.

Que esta herencia legítimamente otorgada sirva como recordatorio de vuestra fe imperecedera en la otra persona, y de la benedicencia del jarl concedida sobre vosotros.

Diario de campaña de Sinderion

Año 58 de la Cuatra Era, Segunda semilla, Middas

He pasado la mayor parte de mi vida intentado descubrir el misterio de las raíces de nirn y aun así no me siento realizado. El espeluznante sonido que emite esta extraña hierba parece reírse de mí y provocarme para que siga intentando descubrir sus secretos. Incluso después de que un generoso e indómito viajero me proporcionara un centenar de estas raíces, solo pude lograr lo que siendo generoso considero una mediocre creación alquímica. Este hecho no ha servido más que para agudizar mi ansia e intensificar mi búsqueda de la solución.

Pasaron más de cincuenta años hasta que la respuesta a mis plegarias apareció en el taller de mi sótano en la posada de la Arboleda del Oeste. Lo primero que oí fue un sonido familiar, el inconfundible trino de la raíz de nirn, pero cuando me di la vuelta, mi corazón dio un vuelco y un escalofrío recorrió la espalda. Era sin duda una raíz de nirn, pero de una especie que nunca había visto. la hierba estaba compuesta por una disposición espectacular de tonalidades rojas, y cada hoja parecía estar decorada con infinitas variaciones encarnadas. Me quedé inmóvil y completamente transpuesto. Jamás, ni en mis sueños más audaces, podría haber imaginado una especie de raíz de nirn con propiedades tan especiales.

Tras un silencio incómodo, por fin me decidí a realizar una serie de preguntas al viajero que me había traído este tesoro. Me dijo que se llamaba Obeth Arnesian y era un buscador de tesoros de Skyrim. Parece ser que había explorado una inmensa red subterránea de cavernas llamada el Límite Sombrío y se había topado con lo que él describió como "una hoja roja y ruidosa". Su expedición había sido un gran fracaso y no quería salir de aquellas cuavas con las manos vacías, por lo que Obeth recogió una de aquellas raíces de nirn carmesíes y se la llevó a casa. Dijo que le llevó algún tiepo, pero al fin le indicaron cómo llegar a mí, pues tal vez yo estuviese dispuesto a pagar un buen dinero por ella.

Antes de que pudiera reflexionar y preguntarle más cosas, Obeth se ofreció a venderme la muestra de raíz de nirn carmesí, un mapa en el que me indicaba cómo encontrar Límite Sombrío y la extraña llave necesaria para cruzar sus defensas exteriores. tardé breves momentos en decidirme. Obeth se fue de Skingrad mil septim más rico, pero yo habría pagado diez veces más solo por aquella muestra.

Empleé un año en la planificación, pero al fin conseguí hacer el petqate y vender mi taller para ponerme en camino hacia Skyrim. Antes de lanzarme a explorar límite Sombrío tenía que establecer un nuevo laboratorio, pero quería hacerlo en soledad. Después de realizar unas cuantas consultas en el Colegio de Hibernalia, del que era miembro honorario, me dirigí a hablar con Avrusa Sarethi, estudiante de alquimia botánica que tenía una pequeña granja cerca de la ciudad de Riften. Si intercambiaba con ella mi conocimiento sobre el cultivo de las raíces de nirn podrá obtener a cambio la granja de Sarethi como punto de partida para mis investigaciones de campo. No compartí con Avrusa la información acerca de las raíces de nirn carmesíes, pero a cambio de su hospitaridad le enseñé todo lo que sabía.

Pasaron unos cuantos meses, pero al fin estaba listo para entrar en Límite Sombrío. Utilicé el Léxico rúnico que Obeth me había proporcionado y descendí hacia las profundidades. Mi objetivo era acumular todas las raíces de nirn carmesíes que pudiera para producir la mayor creación alquímica hasta la fecha. Estaba seguro de que necesitaría al menos treinta para lograr el catalizador necesario.

Y eso me conduce al momento presente. Mi investigación inicial parece indicar que la raíz de nirn carmesí tiene cierta afinidad con la humedad similar a la variedad de jardín, pero también conserva una especie de relación simbiótica con el inmenso hongo que habita en Límite Sombrío. Mi primera suposición es que el hongo es una fuente de agua, que absorbe del húmedo aire subterráneo como una esponja. Por desgracia, la raíz de nirn carmesí parece tener una esperanza de vida muy corta, y aquí abajo no hay suficientes. Reunir treinta unidades será todo un reto, pero con suerte los ciudadanos de Límite Sombrío me permitirán conseguir esas muestras sin oposición.

martes, 25 de septiembre de 2012

Factura de Brillo Dorado

Esta escritrura otorga la propiedad de la hacienda Brillo Dorado a la persona abajo firmante. Esto incluye todos los terrenos, cabezas de ganado, bienes, edficios y empleados. La propiedad solo podrá ser transferida con una factura adjunta.

Pagaré

Sabjorn:

Dentro de la caja adjunta encontrarás el pago final. Tal como acordamos, ahora la destilería Amielada comenzará a fabricar aguamiel con toda su capacidad de producción. Con respecto a tu preocupación por las posibles interferencias de Maven Espino Negro, puedo asegurarte que haré todo lo que esté en mi poder para tener controlados a sus compinches. Este es el comienzo de un largo y exitoso futuro para los dos.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Diario de Lymdrenn Tenvanni

Brandyl:
Espero que este texto con las distintas palabras de tu padre llegue a tus manos. Durante los primeros años de tu vida, sirví a la Casa Telvanni como nodriza y quería corresponder a la amabilidad que tu padre mostró conmigo. He hecho todo lo posible para dar contigo, pero me temo que nunca nos conoceremos cara a cara.
Hidrya Olen


Middas, Segunda semilla, 6 de la Cuarta Era
¿Estamos acaso ante el final de todo cuanto existe? ¿Moriremos bajo las crueles y dentadas hojas de la fuerza invasora argoniana? Tras sobrevivir al Año Rojo, luchar para alzarme de entre las cenizas y los escombros y enterrar a los miles de muertos, ¿será este nuestro epitafio? La ironía de tu ,uerte brilla con más fuerza que Masser en el solsticio de verano. Nos lo hemos buscado. Los argonianos solo respondían a una llamada a la guerra incitada por los milenios de sufrimiento a los que los hemos sometido. Y aquí me encuentro, en el ruinoso sótano de nuestra casa, mientras miles de botas resuenan sobre mí y los gritos de los agonizantes pueblan mis oídos. Así cae la Casa Telvanni.

Pero cuando miro a este niño a los ojos, esta bendición que recibimos el mismo año que Páramo de Vvarden dejó caer su muerte llameante sobre la tierra, me aferro a este regalo. ¿Acaso es mucho pedir, tener la oportunidad de sobrevivir y conservar nuestro recuerdo? Este pequeño, nacido entre el caos y la destrucción, debe seguir adelante. Si acaso, como recordatorio al resto de dunmer de que los Telvanni fuimos gente orgullosas y nobles en otro tiempo.

Desde que murió mi esposa, no he podido darle un nombre digno a mi hijo. Nunca me he sentido bien sin ella. Pero mi propia vida está llegando a su final, el lugo del teimpo huye de entre mis manos. Lo bautizaré ahora: Brandyl, hijo de Lymdrenn y único heredero superviviente de la Casa Telvanni. Lo arroparé en su t'lonya, su manta de nacimiento, y dejaré su destino en manos de Azura.

Vive con virtud y orgullo, sera.

jueves, 6 de septiembre de 2012

La noche cae sobre Centinela

No sonaba música en la taberna sin nombre de Centinela. De hecho, casi no había ruido a excepción de los discretos y cautelosos murmullos de la conversación, los suaves pasos de la camarera sobre la piedra y los delicados sonidos que emitían los clientes habituales al comer y beber, las lenguas lamiendo sus jarras y los ojos que no se fijaban en nada en especial. Si alguien habiera estado menos ocupado, la imagen de la joven guardia rojo cubierta por una delicada capa de terciopelo negro podría haberle causado sorpresa. O incluso sospecha. Y así, aquel extraño personaje, que se encontraba fuera de lugar en una bodega tan modesta que, por no tener, no disponía ni de cartel, se fundía con las sombras.

"¿Eres Jomic?"

El corpulento hombre de mediana edad, de rostro avejentado, miró hacia arriba para afirmar después con la cabeza. Volvió a su bebida. La joven tomó asiento a su lado.

"Me llamo Haballa", dejo mientras sacaba una pequeña bolsa de oro que colocó cerca de su jarra.

"Seguro". Gruñó Jomic buscando de nuevo su mirada. "¿A quién quieres que mate?"

Ella no se apartó, se limitó a preguntas. "¿Este es un lugar seguro para hablar?"

"Aquí a nadie le importan los problemas de los demás, solo se preocupan por los suyos. Podrías quitarte la coraza y bailar con los pechos desnudos sobre la mesa y nadie te haría ni caso" sonrió el hombre. "Así que, ¿a quién quieres que mate?"

"En realidad, a nadie", dijo Haballa. "La verdad es que quiero que alguien... desaparezca durante un tiempo. No quiero que resulte herido, ¿entiendes? Por eso necesito la ayuda de un profesional. me han dado muy buenas referencias de ti".

"¿Con quién has hablado?", preguntó Jomic con voz de aburrimiento, volviendo de nuevo a su bebida.

"Con el amigo de un amigo, de un amigo, de un amigo".

"Uno de esos amigos no sabe de lo que está hablando", refunduñó el hombre. "Ya lo he dejado".

Haballa sacó en silencio una bolsa de oro y luego otra, colocándolas cerca del codo del hombre. Él la miró un momento y, a continuación, extrajo el oro y se puso a contarlo. Mientras lo hacia, le preguntó: "¿Quién quieres que desaparezca?"

"Un momento", sonrió Haballa sacudiendo la cabeza, "antes de que hablemos de los detalles, quiero estar segura de que eres un profesional, de que no le harás mucho daño a esa persona y de que serás discreto".

"¿Quieres discreción?", preguntó el hombre, e hizo una pausa en el recuento de monedas. "Está bien, te contaré uno de mis antiguos trabajitos. fue hace... por Arkay, casi no puedo creerlo... más de doce años y yo soy el único que queda con vida de todos los que tenían que ver con aquel trabajo. Es bastente anterior a los tiempo de la Guerra de betony, ¿te acuerdas?"

"Yo solo era un bebé".

"Claro que lo eras", sonrió Jomic. "Todo el mundo sabe que el rey Lhotun tenía un hermano mayor, Greklith, que murió ¿no? Y luego tenía una hermana mayor, Aubki, que se casó con ese tipo, con el rey de Salto de la Daga. Sin embargo, la verdad es que tenía dos hermanos mayores".

"¿En serio?", los ojos de Haballa brillaron de interés.

"no te miento", rio entre dientes. "El primogénito del rey y la reina era un tipeo debilucho y enclenque que se llamaba Arthago. Sea como sea, ese príncipe era el heredero al trono, lo que no les hacía demasiada gracia a sus padres. Pero después la reina parió a otros dos príncipes, que eran un poco más apañados. Entonces fue cuando me contrataron a mí y a mis chicos para que pareciera como que se lo hbañia llevado el Infrerrey o algo así".

"¡No tenía ni idea!", susurró la joven.

"Por supuesto que no, esa es la clave", afirmó Jomic moviendo la cabeza. "Discreción, como me has dicho. Metimos al chaval en un saco y lo dejamos en el fondo de una antiguas ruinas, y se acabó. No hubo líos. Tan solo éramos un oas de tíos, un saco y un garrote".

"En eso es en lo qu estoy interesada, en la técnica", dijo Haballa. "Mi... amigo, al que necesito que se lleven, también es débil, como aquel príncipe. ¿Para qué era el garrote?"

"Es una herramienta. Muchas de las cosas que eran buenas en el pasado ya no se utilizan solo porque la gente, hoy en día prefiere que se fácil de usar a que funcione bien. Deja que te explique: los principales centros de dolor en el cuerpo de un hombre normal son setenta y uno. Lo elfos y los khajiitas son mñas sensibles y todo eso, así que tienen tres y cuatros más cada uno. Los argonianos y los sload, tienen como cincuenta y dos y sesenta y siete", contó Jomic, mientras apuntaba con su corto y chato dedo cada región en el cuerpo de Haballa, "seis en la frente, dos en la ceja, dos en la nariz, siete en la garganta, diez en el pecho, nueve en el abdomen, tres en cada brazo, doce en la ingle, cuatro en la mejor pierna y cinco en la otra".

"Suman sesenta y tres", respondió Haballa.

"No, seguro que no", gruñó Jomic.

"Sí, ese es el total"; respondió la joven gritanto, indignada ante la idea de que sus habilidades matemáticas se puesieran en duda: "seis más dos, más dos, más siete, más diez, más nueve, más tres por un brazo y tres por el otro, más doce, máscuatro y más cinco son sesenta y tres".

"Me habré olvidado de alguno", dijo Jomic encongiéndose de hombros. "Lo importante es ser hábil con el bastón o el garrote, tienes que dominar esos centros de dolor. Si lo haces bien, con un golpecito sueva puedes matar o noquear a alguie dejándole como mcuho un cardenal".

"Fascinante", sonrió Haballa. "¿Y alguna vez lo ha averiguado alguien?"

"¿Por qué habría de hacerlo? Los padres del niño, el rey y la reina, están ya los dos muertos. Los otros hijos siempre pensaron que a su hermano se lo llevó el Infrarrey. Eso es lo que piensa todo el mundo. Y todos mis compañeros están muertos".

"¿Por causas naturales?"

"En la bahía nunca pasa nada natural, lo sabes, ¿no? A un tipo lo absorbió uno de esos selenu. Otro murió de la misma plaga que se llevó a la reina y al príncipe Greklith. El otro murió apaleado por un ladrón. Tienes que hablar bajo, mantenerte fuera de la vista, como yo, si quieres seguir con vida". Jomic terminño de contar las monedas. "De verdad debes de querer que este tipo se quite de tu camino. ¿De quién se trata?"

"Será mejor que te lo enseñe", dijo Haballa, poniéndose de pie. Sin mirar a trás, salió dando zancadas de la taberna sin nombre.

Jomic apuró su cerveza y salió. La noche era fría, soplaba un viento desenfrenado que levantaba oleaje en las aguas de la bahía de Iliac y propulsaba a las hojas para que salieran volando como si de añicos arremolinados se tratase. Haballa salió del callejón próximo a la taberna y le un gesto. Cuando él se acercó, la brisa sopló abriendo su capa y revelando la armadura que llevaba debajo y el blasón del rey de Centinela.

El hombre gordo trató de echarse hacia atrás para escapar, pero ella era demasiado rápida. En un abrir y cerrar de ojos, se encontró de espaldas en el suelo del callejón con la rodilla de la mujer presionándole la garganta con fuerza.

"El rey ha pasado muchos años desde que subió al trono buscándote a ti y a tus colaboradores, Jomic. No me dio instrucciones específicas de qué hacer si te encontraba, pero me has dado una idea".

De su cinturón, Haballa sacó una pequeña y sólida porra.

Un borracho que había salido del bar, oyó un gemido de dolor acompañado de un suave susurro que provenía del oscuro callejón: "Esta vez, vamos a llevar mejor la cuenta. Uno. Dos. tres. cuatro. Cinco. Seis. Siete..."

de Boali

La autentica Barenziah, Vol. 1

Hace cinco siglos, en El Duelo, la ciudad de las gemas, vivía una viuda ciega con su único hijo, un joven alto y apuesto. Era minero, profesión que también ejerciera su padre, peón en las minas del señor de El Duelo, dada su escasa destreza con la magia. El trabajo era digno, pero el jornal escaso. Su madre vendía los pasteles que ella misma elaboraba en el mercado de la ciudad para ganarse el pan, lo que a duran penas legraba. Según ella, mal no les iba: tenían suficiente para llenarse el estómago, más de un sayal al día no iban a lucir, y el tejado solo les goteaba cuando decía de llover. Pero Symmaco aspiraba a más. Esperaba a que la suerte le sonriera en las minas, lo que le reportaría un suculento premio. En sus ratos libres, se iba a la taberna a echar unas cartas con los amigos, acompañado de una buena cerveza. También llamaba la atención de más de una hermosa moza elfa, aunqque estas no consiguieran mantener su atención por mucho tiempo. Era el típico elfo oscuro, joven y de origen campesino, que tan solo llamaba la atención por su tamaño. Se rumoreaba que por sus venas corría algo de sangre nórdica.

Sus treinta años coincidieron con el nacimiento de la hija de los señores de El Duelo. El populacho aclamó el nacimiento de la reiana, pues entre los habitantes del lugar el alumbramiento de una heredera es señal segura de paz y prosperidad.

Cuando llegó el momento del rito del bautizo, cerraron las minas y Symmaco corriió a casa a bañarse y vestirsecon sus mejores galas. "Enseguida vuelvo a casa y te cuento"; prometió a su madre, que no podía ir. Estaba enferma y, aparte de que habría demasiada gente, pues todo El Duelo estaría presente en tan agraciada ocasión, su ceguera le impediría ver gran cosa.

"Hijo mío", dijo. "Antes de partir, búscame a un sacerdote o curandero, por si en tu ausencia hubiera de pasar a mejor vida".

Symmaco se sentó en su camastro y notó con preocupación que la frente le ardía y que respiraba débilmente. Soltó un tablón del suelo bajo el que econdían sus pocos ahorros. Apenas si tenían para pagar a un sacerdote que la sanase. Habría de pagar todo cuanto tenían y pedir que le fiasen el resto. Symmaco agarró su manto y se marchó rápidamente.

Las calles estaban repletas de gentes que se apresuraban para llegar a la arboleda sagrada, pero los templos estaban cerrados a cal y canto. "Cerrado por las ceremonias", decían los carteles.

Symmaco se abrió paso a codazos entre la muchedumbre y se las apañó apra alcanzar a un sacerdore que vestía una toga parda. "Cuando concluya el rito, hermano", dijo el sacerdote, "Y eso si tienes oro; entonces atenderé gustoso a tu madre. Milord nos ha pedido a todos los clérigos que asistamos y no tengo ni la menor intención de ofenderle".

"Pero mi madre está gravemente enferma. Seguramente Milord no echará en falta a un humilde sacerdote", suplicó Symmaco.

"Es cierto, pero el archcanónigo, sí", replicó azorado el sacerdote, soltando su tiga de las manos de Symmaco, para después parderse entre la multitud.

Symmaco probó con otros sacerdotes, e incluso con unos cuantos magos, sin mejor suerte. la guardia armada marchaba por la calle y lo apartó de un empujón con las lanzas, lo que era señal de que el cortejo real se aproximaba.

Conforme pasaba el carromato que traía a los dignatarios de la ciudad, Symmaco salió de entre la multitud y gritó: "¡Milord, Milord! ¡Mi madre se está muriendo!"

"¡Le prohíbo que se muera en tan gloriosa noche!", gritó el lord, riendo y lanzando al público monedas. Tan cerca estaba Symmaco que sentí el olor a vino del aliento del monarca. Al otro lado del carromato, su esposa acurrucó a la criatura enojada, se dirigió con mirada incisiva a Symmaco.

"¡Guardias!", gritó. "Llevaos a este zoquete". Unas ásperas manos agarraron a Symmaco y, tras apalearlo, lo abandonaron en un arcén.

Symmaco, con la cabeza dolorida, siguió tras la muchedumbre y presenció el rito del bautizo desde lo alto de una colina. Desde allí, se dividaban al fondo las tigas pardas de los clérigos y las azules de los magos congregados junto a la failia real.

Barenziah.

El nombre llegó a sus oídos como un susurro, mientros el sumo sacerdote elevaba a la niña envuelta en paños y la presentaba a las lunas gemelas a ambos lados del horizonte: Yone saliente y Yode poniente.

"¡Aquí tenéis a Berenziah, hija de El Duelo! Bendecidla y guiadla, dioses bondadosos, para que rija sabiamente los destinos de su pueblo, su juicio y su bien común, a sus familiares y a los suyos".

"Bendita sea, bendita sea", coreaba el pueblo junto con sus señores, con los brazos en alto.

Tan solo Symmaco permanecía callado y cabizbajo, pues presentía que su madre había muerto. Y para sus adentros juró solemnemente que sería la maldición de su señor y que, en venganza por la estéril muerte de su madre, Barenziah se casaría con él y los nietos de su madre nacerían para gobernar El Duelo.


Tras la ceremonia, contempló impávido cómo la comitiva real regresaba a palacio. Vio al sacerdote con el que habló primero. Todo satisfecho, volvía a por el oro de Symmaco y por la promsa de mayores ganancias.

Hallaron a la madre muerta.

El sacerdore suspiró y agarró la bolsa con las monedas de oro. "Lo lamento, hermano. Parece que no puedo hacer gran cosa, así que te perdono el resto del oro".

"¡Devuélveme mi dinero!", gruñó Symmaco. "¡Nada hisite para ganártelo!", dijo levantando su brazo derecho de forma amenazadora.

El sacerdote se echó atrás y, cuando casi iba a maldecirlo, Symmaco le asestó un golpe en la cara sin que aquel llegara a decir tres palabras. Se pesplomó y se golpeó la cabeza con una piedra del hogar. Murió al instante.

Symmaco agarró el oro y se fue de la ciudad. Conforme huía, no paraba de repetir una misma palabra, como si de un encantamiento se tratara. "Barenziah", decía. "Barenziah, Barenziah".


Asomada a un balcón de palacio, Barenziah contemplaba a los soldados deambular por el patio con sus deslumbrantes armaduras. Al momento, formaron a la perfección y jalearon a sus padre, los señores, que salían del palacio, ataviados con armaduras de ébano y largas capas de color púrpura. Les trajeron unos corceles color azabache y espléndidamente engualdrapados, con los que cabalgaron hasta las puerta del patio. Desde allí, se volvieron para saludarla.

"¡Barenziah!", gritaban. "¡Adiós, querida Barenziah!"

La niñita contuvo las lágrimas y saludó valientemente con una mano, mientras que con la otra aferraba contra el pecho un animal disecado, un cachorro de lobo gris de nombre Wufo al que quería mucho. Era una sensación nueva, pues jamás se había separado de sus padres. Sí sabía que había una guerra y que no cesaban de nombrar a un tal Tiber Septim, al parecer odioso y despreciable.

"¡Barenziah!", gritaron los soldados, alzando las lanzas, espadas y arcos. Sus queridos padres dieron media vuelta y se alejaron cabalgando. Les siguieron los caballeros hasta que el patio quedó casi vació.


Tiempo después, la niñera despertó un día a Barenziah de súbito, la vistió apresuradamente y se la llevó fuera de palacio.

Lo único que recuerda de aquellos difíciles tiempos era una gigantesca sombra de ardientes ojos que cubría los cielos. La pasaron de mano en mano. Soldados forasteros vanían, se iban y, a veces, volvían. Su niñera desapareció y fueron unos extraños quienes la cuidaron, alguno más extraños que otros si cabe. Se pasó días e incluso semanas viajando.

Una mañana se despertó y salió del carro. Hacía frío, y antes sí había un gran castillo de piedra gris en medio de unas infinitas colinas verdes cubiertas de nieve grisácea. Apretó a Wufo contra su pecho con ambas manos y se quedó quieta, atónita y temblorosa. El día amaneció nublado y Barenziah se sentía diminuta y oscura en la inmensidad de aquel inabarcable paraje de grises y blancos.

Junto a Hana, una doncella de piel morena y pelo negro que desde hacía semanas la acompañaba, se adentró en la fortaleza. En una de las salas había una enorme mujer de piel blanco grisácea y pelo dorado y canoso junto a una chimene. Miró espantada a Barenziah con sus ojos azules claros.

"¡Qué negra es!", le dijo a Hana. "Jamás había visto a una elfa oscura".

"No sé mucho de llos, mi señora", replicó Hana. "Pero esta es pelirrojo y sé de buena tinta que tiene un genio como pocas. Así que tenga cuidado porque, como poco, muerde".

"Ya le quitaré yo las malas costumbres", dijo la mujer desdeñosamente. "Y esa cosa asquerosa que lleva, ¿qué es? ¡Puff!" la mujer le quitó a Wufo y lo tiró a las llamas.

Barenziah gritó y, si no hubiera sido porque la agarraron. En el intento, moridó y arañó a sus captores. Del pobre Wufo no quedó más que un montoncito dde cenizas chamuscadas.


Barenziah creció como esqueje injertado en jardín skyrimiano, bajo la custodia del conde Sven y la condesa Inga. Por fuera, era puera emoción, pero en su interior sentía un vací helado.

"La he criado como si fuera mi propia hija", susurraba complaciente Inga cuando cotorreaba con las vecinas que la visitaban. "Pero es una elfa oscura. ¿Qué se puede esperar de ella?"

Barenziah no tenía la intención de escuchar tales pláticas, o eso pensaba ella, pero tenía el oído más aguzado que sus antitriones nóridos. A veces se dejaba ver su caráctes de elfa oscura, pues también mentía, robaba y había magia sin venir a cuento, ora lanzando llamas, ora levitando. Y, al hacerse mayor, fue interesándose por los hombres, ya fueran jóvenes o adultos, que tanto placer le podían reportar y, para su sorpresa, también presentes. Inga desaprobaba dichas inclinaciones por poco comprensible que le pareciera a Barenziah, por lo que hizo cuanto pudo apra mantenerlas tan en secreto como fuera posible.

"Se le dan muy bien los críos", añadió Inga, haciendo alusión a sus cinco hijos, todos menos que barenziah. "No creo que deje que les hagan daño". Emplearon a un tutor cuando Jonni tenía seis años y Barenziah ocho, y ambos se educaron juntos. También habría querido adiestrarse en el manejo de las armas, idea que escandalizaba al conde Sven y a la condesa Inga. Así que le dieron a Barenziah un pequeño arco para que practicase el tiro al blanco con los chicos. Cuando podía, los veía practicar, y cuando la ausencia de los mayores así lo permitía, se adiestraba con ellos, a sabiendas de que era tan buena o mejor que sus compañeros.

"Es un tanto orgullosa, ¿no?", le dijo al oídouna de las señoras a Inga, y barenziah, fingiendo que no escuchaba, asentía silenciosamente. No podía sino sentirse superior al conde y la condesa, y había algo de ellos que le repugnada.

Más adelantes se enteraría de que Sven e Inga eran primos lejanos de los últimos propietarios de la fortaleza de Llanura Oscura, por lo que todo encajaba. Eran impostores y no dignatarios. Al menos, no les habían educado para gobernar. Esta mera idea despertó una extraña furia hacia los condes, con una versión que nada tenía que ver con el resentimiento. terminó viendo en ellos unos insectos desagradables a los que se podía despreciar, mas no temer.


Una vez al mes venía un correo del emperador que traía una bolsita de oro para Sven e Inga y un saco de seta secas de Morrowind para Barenziah, su comida favorita. En dichas ocasiones, la acicalaban para que estuviera presentable (o, al menos, lo que Inga entendía por suficiente presentable tratándose de una desgaducha elfa oscura) para conversar brevemente con el mensajero. rara vez venía el mismo mensajero dos veces, pero todos ellos la miraban como el granjero que examina el ganado antes de llevarlo al mercado.

En la primavera de su decimosexto año, Barenziah percibió que el mensajero la miraba como si ya estuviera lista para vender. Tras pensarlo, resolvió que no quería que la vendiesen. El grandullón de Straw, mozo de cuadras joven y musculoso, además de desgarbado, amable, afectuoso y bastante ingenuo, llevaba semanas insistiéndole para que se escaparan. Barenziah le robó la bolsa de oro al mensajero, se llevó las setas de la despensa, se disfrazó de muchacho con una de las viejas túnicas de Jonni y un par de pantalones de montar gastados, y así, una hermosa noche de primavera, se fue con Straw. Se llevaron las dos mejores monturas del establo, y cabalgaron y cabalgaron hasta el alba en dirección a Carrera Blanco, la ciudad más cercana de cierta fama y el lugar al que Straw quería ir. Pero El Duelo y Morrowind también estaban al este, y atraían a Barenziah como un imán.

La insistencia de Barenziah les llevó a dear los caballos por la mañana. Sabía que los echarían en falta y los seguirían, de ahí que tuviera la esperanza de despistar a quienes les pudieran perseguir.

Continuaron a pie hasta la caída de la tarde por caminos secundarios y durmiendo unas horas en una choza abandonada. Prosiguieron al anocheces y llegaron a las puertas de la ciudad de Carrera Blanco antes de que amaneciese. Brenziah le había preparado un salvoconducto a Straw, un documento falso con un recado referente al templo de la ciuad para un señor del lugar. Con un hechizo de levitación, logró deslizarse por la pared. E hizo bien, porque resultó que los guardias de la puerta habían recibido el aviso de velar por si veían a una joven elfa oscura y un mozalbete nórdico que viajaban juntos. Por otro lado, ver a pueblerinos como Straw viajando solos era de lo más corriente. Solo y con documentación, sería harto improbable que llamase la atención.

Su sencillo plan fue como la seda. Se reencontró con Straw en el templo, no lejos de la puerte. Ella conocía Carrera Blanco de haberla visitado antes, pero Straw apenas había salido unos cuantos kilómetros de la hacienda de Sven, donde incluso nació.

Juntos emprendieron el viaje hasta una posada de aspecto ruinoso en los arrabales de la ciudad. Los guantes, capa y capucha que la resguardaban del frío matutino ocultaban la oscura piel de Barenziah y sus ojos rojos, por lo que nadie se fijó en ella. Entraron en la posada por separado. Straw le pagó al posadero un cuarto para él solo, una copiosa cena y dos jarras de cerveza. Barenziah entró unos minutos después. Comieron y bebieron con alegría, felices de su fuga, e hicieron el amor vigorosamente en el estrecho catre para después caer rendidos en un sueño sin sueños.


Se quedaron una semana en Carrera Blanco. Straw ganó algo de dinero haciendo recados mientras Barenziah asaltaba casas en la noche. Siguió disfrazándose de muchocho, y se cortó y tiñó el pelo de negro para pasar aún más desapercibida; además, evitaba llamar la atención en la medida de lo posible, pues había pocos elfos oscuros en la localidad.

Un día, Strw les consiguió un trabajo por jornales en una caravana mercantil con destino al este. El sargento manco la miró con cara de duda.

"Eh", dijo riendo entre dientes, "¿Elfo oscuro? ¡Esto es como poner al lobo a guardar las ovejas! De todas formas, me faltan manos, y pasamos bien lejos de Morrowind como para que nos vendas a los tuyos. Y, en mi tierra, tanto le da a los bandoleros rebanarte el pescuezo a ti que a mí".

El sargento se volvió a Straw con gesto de aprobación. Fue entonces cuando se giró bruscamente hacia Barenziah, espada en mano. Pero, visto y no visto, la elfa sacó la daga y se puso en guardia. Straw desenvainó el cuchillo y se colocó detrás del hombre. El sargento soltó el arma y volvió a reír.

"No está mal, muchacho. ¿Qué tal se te da el aro, elfo oscuro?". Barenziah no tardó en demostrar su maestría. "Pardiez, ¡qué bueno! Montarás guardia por la noche y estarás atento todo el rato. Un elfo oscuro de confianza hace con el enemigo lo que quiera. Lo sé de buena tinta. Serví al mismísimo Symmaco antes de que perdiera el brazo y me dieran por inválido en el Ejército Imperial".

"Podríamos traicionarles. Conozco gente que pagaría bien", dijo Straw la última noche que pasaron en la destartalada posada. "O robarles nosotros mismos. Esos merchantes son muy ricos, Berry".

Barenziah se rió. "¿Y qué íbamos a hacer con tanto dinero? Además, necesitamos su protección tanto como ellos la nuestra para llegar adonde vamos".

"Podríamos comprarnos una granja, berry, y asentarnos allí".

¡Campesinos! pensó Barenziah. Straw era de campo, y sus aspiraciones, las propias de campesino. "Aquí no, Straw, seguimos estando muy cerca de Llanura Oscura. Más al este seguro que encontramos algo", respondió ella.


El lugar más oriental al que llegó la caravana fue Guardia Solar. El emperador Tiber Septim I se había empeñado en construir unas vías relativamente seguras y vigiladas con regularidad. Pero los peas eran elevados, y esta caravana en concreto iba por rutas secundarias para evitar abonarlos, lo que les exponía a los salteadores de caminos, tanto humanos como orcos, y a las bandas de bandidos errantes. Mas el comercio y sus beneficios sueles acarrear estos riesgos.

Antes de llegar a Guardia Solar, sufrieron dos contratiempos: una emboscada de la que el agudo oído de Barenziah avisó con bastante anticipación como para rodear y sorprender a los merodeadores, y el asalto nocturno de una banda de khajiitas, humanos y elfos del bosque. Estos últimos formaban una diestra camarilla y ni la misma Barenziah les oyó con antelación suficiente como para avisar. la pugna fue feroz. Los asaltantes fueron expulsados, pero dos guardias de la caravana cayeron y Straw se llevó un grave corte en el muslo, antes de que él y Barenziah lograran degollar al khajiita.

A Barenziah le gustaba este tipo de vida. El bruto del sargento le cogió afecto, y se pasaba casi todas las noches sentada ante la hoguera oyéndole contar historias de las campañas de Morrowind con Tiber Septim y el general Symmaco. El sargento relató cómo Symmaco había llegado a general tras la caído de El Duelo. "Symmaco sí que es un buen soldado, aunque en Morrowind no bastaba con ser buen soldado, ya me entiendes. Pero supongo que todo esto ya lo sabes".

"No. No, no me acuerdo", dijo Barenziah, con aire de indiferencia. "Me he pasado casi toda la vida en Skyrim. Mi madre se casó con un skyrimiano. Ambos fallecieron. Cuéntame, ¿qué le paso al señor y la señora de El Duelo?"

El sargento se encogió de hombros. "Jamás lo supe. Yo diría que los mataron. Hubo una gran contienda antes de firmar el armisticio. Ahora sí que hay paz, quizá demasiada. Parece la calma que precede a la tormenta. ¿Es que quieres volver?"

"Quizá", respondió Barenziah. a decir verdad, se sentía atraída hacia Morrowind y El Duelo como la abeja a la miel. Straw se daba cuenta y sfría por ello. de todas formas, ya era bastante infeliz al no poder yacer con ella, pues se suponía que era un muchacho. barenziah también lo echaba en falta, pero al parecer no tanto como Straw.

El sargento quería que les acompañasen a la vuelta, pero les dio una prima cuando rechazaron la oferta y unos pergaminos de recomendación.

Straw quería asentarse permanentemente en las proximidades de Guardia Solar, pero barenziah insistía en progeguir el viaje hacia oriente. "Soy la reina de El Duelo de pleno derecho", dijo, sin ni tan siquiera sabr si era cierto o se trataba de una ensñación propia de la niña perdida y confusa que fuera antaña. "Quiero irme a casa. Necesito irme a casa". Al menos, esto era verdad.


Transcurridas unas semanadas prosiguieron su viaje hacia el este en otra caravana. A comienzos del invierno ya estaban en Riften, y cada vez más cerca de la frontera con Morrowind. Pero el tiempo había empeorado con los días y sabían que ninguna caravana más reanudaría su marcha hasta mediados de la primavera.

Desde las murallas de la ciudad, Barenziah contemplaba la profunda garganta que seoaraba Riften dde la falta de la montaña nevada que guarecían a Morrowind.

"Berry", le dijo Straw suavemente. "El Duelo queda aún lejos, tanto como lo que llevamos reccorrido. Además, las tierras que hay por medio son indómitas, están repletas de lobos, bandidos, orcos y criaturas peores. Tenemos que esperar hasta que llegue la primavera".

"Ahí está Torre de Silgrod," dijo Berry, refiriéndose al pueblo de elfos oscuros que surgió alrededor de un antiguo minarte de vigilancia fronteriza entre Skyrim y Morrowind.

"Los guardias del puente no me dejarán pasar, Berry. Son soldados imperiales profesionales. No hay quien los soborne. Si vas, será sola. No seré yo quien te detenga. ¿Cómo lo vas a hacer? Torre de Silgrod está repleto de soldados imperiales. ¿Te meterás a lavandera? ¿O te irás con la tropa?"

"No", contestó Barenziah con aire pensativo. La verdad es que la idea no le desagradaba del todo. Sabía que podría ganarse la vida acostándose con los soldados. Ya había tenido similares aventuras cuando, al atravesar Skyrim, se escabullía de Straw vestida de mujer. Tan solo buscaba un poco de variedad. Por cariñoso que fuera Straw, no dejaba de ser un soso. Se quedó asombrada (gratamente) cuando los hombres a los que escogía le pagaban después. Esto entristecía a Straw, que no dejaba de gritar cuando la pillaba para después pasarse días enteros enfurruñado. Era bastante celoso, y en cierta ocasión la amenazó con dejarla. Pero ni lo hizo, ni podía hacerlo.

Se mirara por donde se mirara, los guardias imperiales eran brutales y Barenziah había oído historias de lo más desagradables durante sus caminatas. Las más herrendas las relataban los veteranos retirados del ejército, que alrededor de la hoguera de la caravana las cantaban con orgullo. Se dio cuenta de que intenciñon era asoimbrarla a ella y a Straw, pero también sabía que había un punto de verdad en aquellos desaforados relatos. A Straw le desagradaba ese leguaje tan procaz, pero más le desagradaba que ella lo oyera. No obstante, una parte de él se sentía fascinado por tales narraciones.

Barenziah lo sentía y animó a Straw a buscar a otras mujeres, pero él le respondió que no quería a nadie más que a ella. Barenziah le dijo con total sinceridad que no le quería, pero que le tenía más cariño que a nadie. "¿Y entonces, por qué te vas con otros?", le espetó Straw en cierta ocasión.

"No lo sé".

Straw suspiró. "Dicen que las elfas oscuras son así".

Barenziah sonrió y se encogióde hombros. "No sé. O a lo mejor sí... Me parece que sí que lo sé". Se volvió y le besó afectuosamente. "Otra explicación no puede haber".