martes, 3 de julio de 2012

La cabaña en los bosques

Volumen II
Según el relato de Mogen, hijo de Molag

Una noche de hace unas pocas estaciones, ya tarde, un soldado regresaba a su hogar tras varias batallas sangrientas. Decidió que se ahorraría algo de oro atravesando el pinar a pie.

Su primera jornada de viaje fue bastante tranquila; el soldado siguió el camino principal y mantuvo un ritmo brioso. Cuando empezó a caer la noche, apostó su saco de dormir, encendió una pequeña hoguera y asó un conejo que había cazado. "Un gran día, la verdad", pensó para sí mientras se quedada dormido.

A media tarde, el soldado se despertó al oír unos leves gimoteos en la distancia. Empuñó su espada, dando por hecho que se trataba de una estratagema de unos bandidos, pero simuló seguir dormido para poder cogerlos por sorpresa. Unos minutos más tarde, los llantos empezaron a alejarse de su campamento, hasta que ya no pudo oírlos. El resto de la noche, el soldado durmió con un ojo abierto.

El segundo día, el soldado se despertó de su agotadora duermevela y se lanzó bosque adentro aún más deprisa, buscando poner tierra de pro medio y alejarse de lo que quiera que oyó la noche anterior. Conforme avanzó el día, comenzó a llover tanto que el soldado se erigió un pequeño refugio para poder dormir seco.

Con el recuerdo de la noche anterior aún fresco en su memoria, le costó bastante más, pero finalmente cayó dormido.

Esta vez se despertó al escuchar llantos que sonaban justo fuera de su refugio. El soldado asió su espada y salió del refugio arrastrándose. Frente a la fogata, vio la figura fantasmal de una mujer que lloraba con las manos en la cara.

El soldado reunió coraje y le preguntó qué le pasaba.

No hubo respuesta.

El soldado empezó a acercase lentamente, pero antes de que llegase hasta ella, ella se giró y le gritó. La mujer fantasmagórica alzó un hacha y comenzó a correr hacia el soldado, y desapareció antes de llegar a hacer contacto.

El soldado se marchó de noche, empuñando su espada. Corrió hasta el alba, y entonces decidió retomar el camino y seguir tan rápido como pudiera.

El tercer día fue soleado y luminoso, pero el soldado, nervioso y privado de sueño como estaba, ni lo apreció. Siguió avanzando tan rápido como podía, intentando salir del bosque antes del anochecer.

Conforme empezó a anochecer, el soldado vio una cabaña junto al camino, y decidió que sería un buen lugar para guarecerse durante la noche. Tras llegar a la cabaña, pasó un rato atrancando puertas y ventanas. nada entraría allí.

A pesar de sus preparativos, no conseguí dormir. Se sentó en lo que solía ser el dormitorio de la cabaña, mientras miraba tembloso la puerta atracada. Finalmente, no pudo mantener los ojos abiertos ni un momento más y cayó dormido.

Esta vez, se despertó al oír risas al otro lado de la puerta atrancada. Sonaba como la mujer de las otras noches, pero se negó a creer que fuese ella.

El soldado derribó la puerta atrancada que daba a la sala, solo para ver la figura fantasmagórica de la mujer de la noche anterior, mirando al suelo y riéndose histéricamente con el hacha en su mano.

El soldado comenzó a atacar infatigablemente al fantasma pero podía notar que sus ataque no eran eficaces. Empleó un pergamino de proyectil ígneo, que arrancó un grito de la mujer, haciendola explotar y desaparecer.

La odisea había llegado a su fin, el fantasma había desaparecido.

El soldado durmió bien aquella noche, y al día siguiente consiguió avanzar un buen trecho a través del bosque. Cuando comenzaba a anochecer, emergió en un extremo del bosque y miró hacia atrás, recordando lo vivido.

Se giró de nuevo y comenzó a alejarse del bosque. Fue entonces cuando estuvo seguro de que aún podía oír los llantos.

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